Amazonas, Perú: entre bichos y plantas

6 de diciembre de 2021. El Amazonas para nosotros ha sido una de las aventuras más grandes en este viaje y presiento que lo será toda la vida. Para llegar hasta nuestro alojamiento nos tuvimos que levantar a las 3:30am para tomar un taxi al aeropuerto de Lima, un avión a Iquitos, un taxi a la entrada de Nauta, un mototaxi al embarcadero de Nauta y una lancha para navegar por el enorme y espectacular Río Amazonas, entrar al Río Ucayali y por fin llegar a la comunidad Libertad a las 11:30am. ¡Por fin llegamos a ver muchos bichos! Bajando de la lancha nos recibieron unas cabañas rústicas bien rústicas a un lado del río que de sólo verlas se notaba que tendríamos experiencias muy cercanas con la naturaleza. El guía nos enseñó el catálogo de todas las actividades que teníamos incluidas con el alojamiento: recolectar y probar frutas exóticas, buscar y observar osos perezosos, buscar caimanes en la noche, buscar tarántulas en la noche, observar delfines rosas, ver el amanecer en el Río Amazonas. ¿Qué de todo esto van a querer hacer? ¡Queremos hacerlo todo! ¿se puede? Y así lo hicimos como buenos turistas atascados que somos. 


La primera actividad de ese día por la tarde era ir a ver delfines, pero para mi mala suerte a mí me había caído mal el desayuno que tomamos en el aeropuerto y me sentía fatal, Alfred sí se fue, me abandonó mientras yo me quedé en cama agonizando casi muriendo ¿o eso lo inventé? La verdad es que no estaba tan mal, sólo estaba mareada y necesitaba dormir. Más me vale recuperarme pronto, no puedo estar en cama y perderme de todo, me voy a frustrar muchísimo. Cuando Alfred regresó me contó emocionado que había visto varios delfines rosas, que a penas salen por unos instantes a la superficie para respirar. Afortunadamente mi cuerpo decidió cooperar y para la noche ya me sentía mucho mejor y pudimos salir a buscar caimanes. Nos subimos todos en la lancha, hasta adelante el guía, luego Alfred y yo, y al final el capitán de la lancha. Empezamos a avanzar por el Río Ucayali sin luz en absoluto excepto por la linterna del guía, era una oscuridad total, no se veían estrellas en el cielo, no había luz de luna. Entramos por un estrecho río que luego se abrió en un río más amplio, seguimos avanzando en medio de la oscuridad y empezamos a ver destellos de luciérnagas a nuestro alrededor. ¡Qué miedo y qué bonito! De pronto acercaron la lancha a una orilla del río y el guía sacó del agua un pequeño caimán ¿Quieren tomarlo? ¡No! ¡Yo sí! El guía me dijo cómo sujetar el caimán y me lo pasó. ¡Qué lindo y chiquito era! Después de observarlo regresamos el caimán al agua y nosotros regresamos a tierra a dormir. El primer día había sido espectacular y a penas empezábamos.


Al día siguiente después de un abundante desayuno hasta para la persona más tragona nos llevaron a una caminata por la espesa selva como nunca habíamos visto, caminamos unos cuantos pasos y ya no sabíamos dónde estábamos ni cómo podíamos regresar, literalmente nuestra vidas dependían de los guías. Se nos aparecieron en el camino unos monos choros esponjados y pachones que no nos tenían nada de miedo, sin cautela se acercaron a nosotros y rápidamente se le subieron a uno de los guías para arrebatarle la fruta que traía en la mano. Nada tontos esos monos, bien sabían que traíamos insumos útiles para ellos. 


Seguimos el camino por la selva, si a eso se le puede llamar camino, encontramos una rana hoja que es una rana que parece hoja seca. ¿Y cómo la vieron? No tengo ni idea, los guías tienen súper poderes. También vimos hormigas enormes y hormigueros gigantes, los guías nos enseñaron plantas medicinales, con una le quitaron a Alfred la comezón de un piquete de araña que acababa de atacarlo, otra que nos la pusieron en el antebrazo para ver si nos quemaba y si sí entonces era útil, y todo mientras caminábamos con mucho trabajo entre abundantes plantas, árboles gigantes y bichos que no veíamos pero que sabíamos que estaban ahí. 


Por la tarde después de otra abundante comida regresamos a la selva para dirigirnos a la laguna de las carnívoras gigantes llamadas victoria reina, o también conocidas como la típica planta redonda de estanque con una rana feliz encima. Íbamos caminando por el intento de sendero selvático, nos detuvimos un momento a ver en las alturas unas frutas que nos estaba enseñando uno de los guías mientras oíamos que el otro guía detrás de nosotros se estaba riendo, no le hicimos mucho caso y seguimos adelante, caminamos unos metros y el guía de atrás le dijo a Alfred Estaba usted parado sobre una anaconda ¿Que qué? ¡No! ¡Qué miedo! ¿Cómo no me di cuenta? No lo podíamos creer, pero sí, nos la enseñaron enrollada camuflageada en el piso entre hojarasca, impresionante y hermosa con alrededor de 4 metros de largo, completamente inmóvil, esperando a comerse al siguiente turista despistado que pasara por su camino. 


Seguimos nuestro camino antes de que a la anaconda le diera hambre y ahora sí poniendo mucha atención en dónde pisábamos hasta que llegamos a las magníficas victoria reinas redondas, enormes de hasta 2 metros de diámetro ¡unas cosas espectaculares! Aunque tengo que decir que me decepcionó que éstas no tenían encima ranitas felices y cantoras.


Saliendo de la selva nos llevaron a pescar pirañas de forma artesanal para nuestra cena, pero como Alfred y yo somos oficialmente los peores pescadores del mundo por supuesto que no pescamos nada, sólo el guía pescó una piraña y nosotros nos quedamos sin cenar esa noche, o eso creíamos que iba a pasar, pero se apiadaron de nuestra torpeza y sí nos dieron de cenar, el guía nos donó su piraña, al fin que él cualquier día podía ir por otra. 


Después de cenar íbamos a salir a buscar tarántulas pero justo una tarántula se enteró de que ya estábamos un poco cansados, y decidió ir a visitar las cabañas para que nosotros no tuviéramos que ir a buscarla. Los guías la vieron, la recogieron y nos llamaron para verla ¡Wow! ¡Qué grande y qué bonita! ¿Quieren agarrarla? ¡Pero por supuesto que sí! Me la pasaron a mi mano donde podía sentir sus pelitos suavecitos y unos mini ganchitos en sus patas a cada paso que daba por mis manos, súper linda, tranquila y amigable. La gente le tiene miedo a las tarántulas pero en verdad son muy tranquilas y casi nunca atacan. Felices de haber sobrevivido ese día nos fuimos a dormir.


Nos levantamos 4:30am para salir en la lancha al Río Amazonas a ver el amanecer, Lo bueno es que después de ver el amanecer seguro vamos a regresar y tendremos otro ratito para dormir antes del desayuno. Estando ya en el Amazonas el gran espectáculo del amanecer empezó puntual como todos los días, pájaros volaban de un lado a otro, colores pintaban el cielo cuando el sol empezaba a salir. Todo se iluminó en unos cuantos minutos incluyendo el reflejo de espejo en el agua, qué maravilla esta salida del sol.


Terminado el show pensábamos regresar a dormir un poco y luego a desayunar pero de pronto los guías nos llevaron a otra zona del río. Vamos a buscar frutas exóticas. ¿Qué? Bueno, ya qué. Estacionaron la lancha, nos bajaron y nos llevaron de nuevo a caminar por otra parte de la selva donde estaba lleno de árboles frutales, los guías bajaban las frutas de los árboles mientras nosotros ayudábamos en la tarea esencial de echar porras. Éste es el caimito, tomen para que prueben, ésta se llama uvilla, ésta es anona, ésta es camu-camu... todas las íbamos probando, unas dulces, otras ácidas, unas muy jugosas, todas diferentes y sabrosas. 

Después uno de los guías nos llevó de regresó a la lancha y nos dijo que esperáramos en lo que iba por su compañero. Pasaron 10 minutos, 20 minutos y no regresaba ninguno de los dos Creo que ya nos abandonaron aquí en la lancha, ¿qué vamos a hacer si no regresan por nosotros? ¿Vamos a buscarlos por el sendero? ¿Y si nos perdemos? ¿Y si nos sale un jaguar o una anaconda no amigable? Mmmm bueno, sigamos esperando, si en 3 días no regresan ya vemos qué hacemos. Como 40 minutos después regresó uno de los guías por nosotros, Vengan, ¡encontramos un oso perezoso! Y ahí vamos de nuevo a caminar por la selva hasta llegar con el otro guía que tenía cargando un oso perezoso, no sólo lo habían encontrado sino que para nuestra sorpresa lo tenía en sus manos. ¿Lo quieren cargar? ¡Sí! Por supuesto. Se veía tan lindo y tierno pero con unas garrotas enormes y con un cuerpecito duro hecho de puro músculo debajo de todo su pelaje rasposo. Después de las obligadas fotos se lo regresé al guía para que lo dejara en el árbol que el lindo perezoso rápidamente escaló con gran habilidad hasta desaparecer entre las copas de los árboles. 


Al final hicimos canotaje en el Río Negro que en verdad es río con agua clara pero se ve negro comparado con el Amazonas en el que el agua es color café con leche, y vimos que increíblemente donde se juntan ambos ríos se ve muy claramente la división de agua turbia y agua clara.


Fueron pocos días pero hicimos muchísimas cosas increíbles que nunca se nos van a olvidar, vivir la experiencia del Amazonas es algo maravilloso que quizás no se pueda vivir en ningún otro lugar. Lo que es triste y preocupante es que para tener ese tipo de experiencias ahora se tiene que ir a buscar comunidades alejadas que viven dentro de la selva porque en los pueblos o ciudades desde los que uno llega al Amazonas como Iquitos o Nauta hay muchísima basura y destrucción de la selva. Los gobiernos y la gente hacemos poco o nada para cuidar de nuestras bellezas naturales, ojalá encontremos la manera de ser conscientes de que no somos dueños de nada en este mundo, todo es prestado y hay que pasarlo a siguientes generaciones igual o mejor que como nos lo prestaron a nosotros.

Alfred ¿qué tal el Amazonas?

Lo mejor: La oportunidad de estar en contacto con la naturaleza, con la flora y la fauna del Amazonas.

Lo peor: Estar demasiado en contacto con la flora y la fauna del Amazonas.

La anécdota más chistosa: La anaconda y que no pescamos nada. Sólo fuimos a alimentar a las pirañas con la carnada.

La mayor inconformidad: La cantidad de basura que hay en Nauta e Iquitos, y que gracias a Coca Cola, Nestlé, etc y a la falta de educación y de consciencia llega al Río Amazonas y después al océano.








Comentarios

  1. el Amazonas, mal llamado, yo le pondría La Amazonas, por el amor a las zonas tropicales dígase, los pies de Alfred, jajaja. Los guías se la pasan riendo de todo lo que pasa y uno no se da cuenta. El cuerpo musculoso del perezoso que hace maratones me lo imagino.

    ResponderBorrar

Publicar un comentario