Samaipata y Santa Cruz, Bolivia: roca gigante tallada, viñedos y una linda ciudad

¡Súper, ya llegamos a Samaipata ¿o no? Ah caray, esto no es Samaipata. La idea era llegar a Samaipata que está en el camino de Sucre a Santa Cruz, pero se nos pasó. Tomamos el bus nocturno, salimos 7:00 pm de Sucre para llegar 5:00 am a Samaipata, durante la noche nos estuvimos despertando a cada rato para consultar Google Maps y que no se nos fuera a pasar la bajada, vi que faltaba ya sólo 30 mins para llegar, cerré los ojos tantito, los abrí, Alfred me dijo Ya nos pasamos. ¿Qué? ¡Ay no! ¡Qué coraje! Y a penas habían pasado las 4:00 am, ya no nos íbamos a bajar en medio de la nada, en una carreterita sin iluminación alguna. Ni modo, tuvimos que seguirnos 3 horas más para llegar hasta Santa Cruz, de la terminal de autobuses tomar un taxi que nos llevara a donde salen camionetas a Samaipata e ir de regreso otras 3 horas. El viaje que nos debía de haber tomado 10 horas al final fueron 18  largas horas... Cosas que pasan en los viajes.

Finalmente llegamos a Samaipata, un pueblito pequeñito y muy lindo casi 100% turístico porque muy cerca está uno de los centros arqueológicos más importantes de Bolivia. Fuimos a comer porque moríamos de hambre y tomamos el taxi para ir a la zona arqueológica El Fuerte de Samaipata que obviamente no es su nombre original pero que, tanto los Mojocoyas que lo construyeron en el 300 dC, los incas que lo modificaron en el siglo XIV y los españoles que lo volvieron a modificar, lo usaron como fuerte. Ahí vimos algo único en el mundo que nos emocionó mucho, un centro ceremonial tallado sobre una roca gigante de 220 metros de largo por 60 metros de ancho en la cima de una montaña, ya no está en muy buen estado por las lluvias y porque antes permitían a la gente caminar sobre la roca pero todavía se ven tallados que dan la idea de lo que alguna vez fue.  A nosotros  nos tocó caminar sobre unos pasillos altos para ver todo sin dañarlo, lo cual nos pareció excelente porque se puede ver muy bien toda la zona arqueológica que es verdaderamente impresionante. 

Al día siguiente fuimos a visitar los viñedos 1750 que nos recomendó Alita mi prima porque su amigo Francisco es uno de los dueños y casualmente iba a estar en esas fechas en la zona. Nos pusimos en contacto con Francisco y ¡oh sorpresa! que fue él mismo a darnos el tour por el viñedo y la bodega explicando todo el proceso y por qué sus vinos son únicos. Todo su proceso nos encantó especialmente a mi parte ecoloca porque es totalmente orgánico y ecológico, usan agua de lluvia y diferentes técnicas naturales para mantener pájaros y enfermedades alejados de la vid. Al final la mejor parte fue la cata de vinos, uno blanco y uno tinto, ambos secos y deliciosos. El viñedo, nos explicó Francisco, está en montaña porque el aire frío no se estanca en montaña y porque no necesita mucha agua, tierras más fértiles se dejan para otros cultivos. Qué emoción conocer empresas y empresarios como éste que cuidan del medio ambiente, del paisaje y del consumidor. ¡Que haya muchas más empresas como ésta!

Al regresar al pueblo fuimos al museo de sitio del Fuerte, estaba abierto pero no había nadie que nos recibiera así que nos dimos el permiso de entrar y de ir prendiendo y apagando luces de cada sala hasta acabar de recorrer el museo que por cierto era pequeño pero interesante. Después del museo nos fuimos a Santa Cruz, otra vez 3 horas ahora de regreso, la mayor parte por una carretera de terracería para un empanizado gratuito porque la camioneta en la íbamos no tenía A/C y llevaba todas las ventanas abiertas por el calor.

Al día siguiente de nuestra llegada a Santa Cruz nos fuimos a correr, acabamos empapados con el calorón y la humedad pero felices por el desayunazo de comida típica cruceña que nos dimos de premio. De nuevo quedamos de vernos con Francisco y en esta ocasión nos dio un city tour increíble por el centro de la ciudad, nos contó toda la historia de Santa Cruz, y de lo bien que nos guió a ratos se me olvidaba que él no es guía de turistas, de verdad podría dedicarse a eso. Santa Cruz fue muy pobre durante muchos años y estuvo desconectada del resto del país, ahora es una ciudad muy próspera con una gran clase media y donde ricos y pobres conviven por igual. Nos encantó la ciudad por el clima, lo relajado de la gente y el ambiente que se vive en general.

En nuestro último día en Bolivia fuimos al Biocentro Güembé que vimos recomendado por todos lados y que definitivamente valió la pena visitar. Llegando nos dieron una visita guiada súper agradable por el mariposario, tortugario, aviario, orquidario, monario y bichario. El aviario desde que entramos nos dejó con la boca abierta de la cantidad de guacamayas pero también tucanes, loros, todos rescatados de gente necia que insisten en tener de mascotas a esos animales hermosos. Estas aves se notaban muy acostumbradas a los humanos, hasta en total confianza al punto de acercarse a los turistas, subirse en sus hombros o incluso morderlos, a mí me mordió una guacamaya confianzuda ¿por qué no?

El orquidario fue otro lugar dentro de Güembé de ensueño, tan bonito que ahí hacen clases de yoga, pedidas de matrimonio que nunca son rechazadas y otros pequeños eventos. En Güembé también nos metimos a unas albercas enormes y ultra bonitas que simulan pozas naturales. 

Y así terminó nuestra visita inesperadamente fantástica a Bolivia, uno de los países más desconocidos y a la vez más bonitos para nosotros. Ojalá que algún día podamos regresar.

Lo mejor: La vibra de la ciudad que es como La Condesa pero gigante.

Lo peor: ¡Las carreteras! Sí dan miedito. Están en muy malas condiciones y tienen acantilados muy feos.

La anécdota más chistosa: Que justo se nos pasó la parada para llegar a Samaipata, tanto estar pendiente para que justo en el momento nos quedáramos dormidos. ¡Qué torpes!

La mayor inconformidad: De Santa Cruz a Samaipata un retén nos detuvo y sólo a nosotros los extranjeros mexicanos nos hicieron bajarnos de la camioneta y abrir todo nuestro equipaje para ver qué nos encontraban. Encontraron sólo calzones que lavar.








Comentarios