Después de conocer Rio de Janeiro y de camino a Sao Paulo pasamos a conocer Paraty, un pueblito colonial muy lindo en el que se congeló el tiempo y se quedó con su arquitectura 100% colonial, sus calles empedradas y sus techitos de teja. Llegamos a un pequeño hotel justo frente a la playa donde nos encontramos con el holandés que estuvo con nosotros en el tour del desierto del Atacama en Bolivia y que ahora estaba no sólo en el mismo pueblo sino hospedado en el mismo hotel que nosotros ¡qué gran coincidencia! Al parecer estábamos haciendo casi la misma ruta que él.
Al día siguiente de nuestra llegada ya descansados y después de desayunar en la playa nos fuimos a un tour para visitar tres cascadas y tres fábricas de cachaza, el aguardiente tradicional de Brasil con el que se prepara la famosa caipiriña. En el tour con otros turistas brasileños visitamos primero una fábrica tradicional de cachaza donde aprendimos el proceso de elaboración, con caña de azúcar como el ron pero, a diferencia del ron, la cachaza se destila directamente del jugo de la caña. Por supuesto que nos dieron a probar varios tipos de cachaza pura buenísima. Nada como beber un buen destilado puro.
Saliendo de tomar cachaza nos llevaron a visitar una cascada bien bonita ¿Después de tomar alcohol se fueron a nadar a una cascada? Es correcto, así de responsables somos. No es nuestra culpa, así era el tour: embriáguese y ahóguese. La verdad es que las probadas de cachaza no eran suficientes para ponernos imprudentes, así que sorprendentemente sí combinaban bien.
Después fuimos a otra fábrica de cachaza a probar más, luego a otra cascada que se llama Tobogán porque el agua pasa sobre una piedra gigante convirtiéndola en una resbaladilla de agua super mega divertida. Por supuesto que Alfred y yo nos lanzamos, pero yo agarraba tanta velocidad que al caer al agua partes de mi bikini dejaban al descubierto ciertos atributos de mi cuerpo. Lo bueno es que sí me daba cuenta a tiempo y todo quedaba bien acomodado antes de salir del agua, o eso quiero pensar.
En nuestro último día en Paraty fuimos a visitar unas piscinas naturales muy recomendadas. En 40 minutos en transporte público llegamos a un pueblo donde siguiendo los señalamientos y a la mayoría de la gente llegamos a una playa, seguimos caminando, atravesamos un riachuelo que desembocaba en el mar, subimos y bajamos un cerro por un sendero selvático y rocoso, llegamos a otra playa, caminamos por toda ese playa admirando el mar a nuestra izquierda y la selva a nuestra derecha, llegamos a otro sendero casi igual al anterior, subimos el cerro, bajamos y finalmente llegamos a una zona donde el agua del mar estaba entre rocas gigantes lo que hacía una alberca enorme de agua bien bajita y además llena de lindos y amigables peces que se acercaban con la esperanza de recibir algo de comer.
Después de estar un rato disfrutando de esas maravillas de la naturaleza casi diseñadas para el turismo, regresamos por el mismo camino Pero ahora en sentido contrario pero nos quedamos un rato en una de las playas que casi no tenía nada de gente, ahí tomamos algo en un restaurante rústico y disfrutamos de la arena y el mar casi solo para nosotros.
La opinión del viajero Alfred sobre Paraty:
Lo mejor: La playa cerca de las piscinas naturales. Para mí hasta ahora la mejor playa de Brasil porque de un lado tienes el mar, del otro lado la selva y una playa enorme donde casi no hay gente. Estuvo muy paradisiaco.
Lo peor: Es un lugar espectacular que nadie en el pueblo de Paraty te recomienda, ni siquiera las agencias de viajes. Si no es porque nosotros lo vimos en internet nos lo hubiéramos perdido.
La anécdota más chistosa: Al final del tour de las cachazas fuimos a una tienda de quesos y tenían unos columpios super nice para tomarse fotos para Instagram y Lulú decidió que era mejor tomarse una foto como una vaca.
La mayor inconformidad: Era horrible caminar sobre las calles empedradas de Paraty, sentía que me iba a romper un tobillo todo el tiempo. Se nota que son las mismas desde la colonia.
Comentarios
Publicar un comentario