Curitiba, Brasil: la hermosa ciudad de los parques

Fuimos a Curitiba, una ciudad no tan conocida por extranjeros pero muy conocida por brasileños porque dice ser la mejor ciudad de Brasil para vivir y teníamos que sacrificarnos, viajar allá y poder confirmarlo. Nuestro primer día turisteando fuimos al Jardín Botánico de la ciudad, un parque súper lindo con muchísimas flores perfectamente acomodadas y un invernadero perfectamente diseñado para sobresalir entre todo lo demás que también era perfecto y hermoso. Parte del objetivo del parque era preservar la flora del bosque atlántico, ese del que sólo queda el 8% por la sobreexplotación de las tierras. Felices y campantes, disfrutando el paseo por el jardín seguimos el circuito del parque hasta salir nuevamente a la calle y dirigirnos a nuestro siguiente destino.

Llegamos al Museo Oscar Neimeyer, el famosísimo arquitecto modernista que fue el encargado de construir la sede de la ONU en Nueva York, todo Brasilia y muchísimos edificios en Brasil y en el extranjero. El museo sin embargo resultó no ser de arquitectura, más que una pequeña parte dedicada al trabajo de Neimeyer, sino varios espacios para todo tipo de artes visuales. Recorrimos una a una las exposiciones del museo, una de Da Vinci y sus múltiples personalidades como ingeniero, pintor, anatomista, otra sobre arte africano en madera, otra sobre arte asiático tradicional, otra de arte contemporáneo, cada una diferente y muy bien puesta, podríamos haber estado todo el día metidos en el museo viendo a detalle cada exposición.

Nuestra última parada del día fue para visitar el Parque Tanguá, llegamos para disfrutar de fuentes y flores, recorrimos un sendero con una pendiente hacia abajo que nos llevó a una cascada artificial, a un lago con un muellecito de madera y a un restaurante a la orilla. ¡Qué lindo está esto! No imagino un lugar más agradable para tomar un café. Sorprendidos leímos un letrero que decía que ese espacio antes era una mina y que iba a ser destinado a basurero de la ciudad pero en lugar de eso crearon un espacio de recreación precioso, una gran decisión. Cuando se iba a poner el sol subimos de nuevo a la parte de las fuentes que tiene un mirador para ver el espectacular atardecer lleno de tonos rojos, naranjas, rosas, morados y todos los colores y tonalidades que puedan salir de su combinación.

Al día siguiente fuimos a la atracción más importante de Curitiba, el recorrido por el bosque atlántico hasta el pueblo de Morretes en tren de pasajeros. Pasaron por nosotros a nuestro hospedaje y llegamos a la estación de tren junto con otras 1300 personas que iban también a hacer ese recorrido, obviamente en un tren larguísimo con tres máquinas y no sabemos cuántos vagones. ¡Qué bárbaro es muchísima gente! Morretes va a estar hasta el gorro, a ver cómo nos va.

En el trayecto tuvimos la suerte de estar del lado del tren con las mejores vistas de las montañas llenas de vegetación de la región, lagos, ríos, cascadas, ruinas de antiguas estaciones con gran valor histórico. Afortunadamente el servicio incluía un guía que hablaba el portugués muy claramente y así entendimos prácticamente toda la explicación de los lugares que íbamos pasando.

Después de 3 horas llegamos al pueblito Morretes, bajamos del tren junto con toda la multitud y de pronto todos se dispersaron entre los grupos de tours contratados, restaurantes, hoteles y demás, o tal vez simplemente se fueron a otra dimensión porque a partir de ahí ya casi no vimos a otros turistas más que los de nuestro grupo ¡Qué alivio! Paseamos un ratito en el lindo pueblo colonial que estaba muy tranquilo y bien cuidado. Creo que si viviera en Curitiba sería un destino al que me encantaría venir de fin de semana.

Después nos subieron a un autobús para ir a Antonina, otro pueblito histórico colonial hasta donde llega un brazo de mar larguísimo, si no nos dicen eso hubiéramos jurado que era un lago. Ahí nos llevaron a comer un platillo típico de la región donde pudimos convivir con otros turistas, unos brasileños y un paraguayo. Después de eso y de dar una vuelta por Antonina  emprendimos nuestro regreso a Curitiba en autobús, esta vez sólo una hora y media de camino, mucho más corto pero menos lindo.

El último día en Curitiba, y debido a que esa ciudad es la reina de los parques, aprovechamos para correr un poco desde nuestro hospedaje hasta el Parque Barigui ¡Oh! ¡Qué bien, tiene pista para correr y para bicis! Mira, un lago. Mira tapires. ¡Qué lindo y grande! Un parque hecho especialmente para caminar, correr y andar en bici donde a pesar de ser lunes por la mañana había mucha gente haciendo ejercicio. Espectacular, disfrutamos muchísimo de correr ahí. Y después de un merecido desayuno fuimos al llamado Bosque Alemán que nos sorprendió con todo un sendero de piedra rodeado de bosque con pequeñas casetitas con letreros contando el cuento de Hansel y Gretel, estábamos ultra entretenidos deteniéndonos en cada estación leyendo episodios del cuento hasta terminar en un portón de construcción alemana y un jardín de flores como para cerrar el sendero del parque con broche de oro.

Para seguir nuestro día de parques fuimos al Bosque Juan Pablo II dedicado a la inmigración Polaca y al Papa que visitó Curitiba en 1992 y ¿por qué no? Curitiba hizo otro parque en su honor, supongo que a la ciudad le faltaban algunas áreas verdes. Este parque tenía típicas casitas polacas de madera hechas capilla, museo, baños, etc. Y ese día, como todavía nos quedaba un pierna y poco dinero, regresamos caminando a nuestro hospedaje pasando por el Paseo Público Municipal, sí, otro parque que en su momento fue el primer parque y zoológico de la ciudad y que ahora era uno más en esta ciudad que es considerada como la más verde de América Latina. Y sí, daban ganas de quedarse a vivir ahí.


La opinión del viajero Alfred sobre Curitiba:

Lo mejor: Al ser una ciudad donde hay 50 metros cuadrados de áreas verdes por habitante me encantó que hay parques de todo tipo, desde los deportivos hasta los contemplativos para ir a pasear y esposear. No habíamos visto nada así en toda América Latina.

Lo peor: El transporte público es carísimo pero afortunadamente puedes transportarte en bicicleta o caminando si te gusta caminar mucho y tienes mucho tiempo.

La anécdota más chistosa: En el tour del tren teníamos incluido un lunch. Decidimos no desayunar y resultó que el lunch era una mini barrita de galleta, una galleta de chispas de chocolate, una galleta tipo Maria y un refresco. ¡Big fail! Llegamos muertos de hambre a la comida.

La mayor inconformidad: Fue horrible que a la cocina del Airbnb le faltaba todo el equipo del mundo para cocinar, no teníamos platos suficientes, cuchillo para cortar, la hornilla eléctrica o no calentaba o quemaba, no tenía intermedio. Batallamos muchísimo cocinando cada día.










Comentarios