Florianóplis, Brasil: La isla de las 100 playas

Florianópolis es una isla brasileña que tiene más de 100 playas de diferentes tipos y para todos los gustos, desde las tranquilas y naturales casi sin infraestructura hasta las de hoteles de lujo y mucha vida nocturna. Antes de llegar a Floripa, como le dicen los brasileños, nos pusimos en contacto con Ricardo y Cassiana que viven ahí y que son contactos de Lynden y Kurt de São Paulo. Ellos nos estuvieron dando recomendaciones sobre los lugares que visitar pero además a nuestra llegada nos recibieron en la terminal de autobuses, nos llevaron a tomar unas cervezas artesanales y nos dejaron en nuestro lugar de hospedaje. Todo eso solamente como bienvenida a su isla, increíblemente amables y atentos ¿alguna duda sobre la hospitalidad de los brasileños? 

Los primeros días los dedicamos a conocer tranquilamente algunas playas del norte de la isla donde nos hospedamos, el clima nos tocó templado con un poco de lluvia de vez en cuando así que no, nos metimos al mar, además de ya cumplimos con nuestra dosis de mar en Brasil, creo que hasta nos pasamos. Conocimos la playa de Los Ingleses donde no vimos ingleses, corrimos unos 8 kms hasta la playa de Canasvieiras donde vimos muchos argentinos, después conocimos la Fortaleza de San José da Ponta Grossa, construcción de 1740 cuando se empezó a desarrollar la isla y se tenía el interés de defender la región, estaba en restauración pero aún así nos gustó mucho que pudimos visitarla para ver un poco de la historia de la región. De ahí caminamos por una pequeña, lindísima y desierta playa llamada Playa del Fuerte y regresamos por el barrio de Jurere lleno enormes y muy bonitas casas y de coches ultra lujosos, la zona más adinerada de Floripa.

Al siguiente día visitamos el centro histórico con un poco de lluvia pero nada que mojara demasiado, la plaza 15 de Noviembre con una higuera enorme y hermosa de más de 150 años de edad, entramos al Museo Histórico de Santa Catarina donde tuvimos una visita guiada para conocer la vida y obra de Fritz Muller, un investigador alemán nacionalizado brasileño que se dedicó a estudiar la flora y la fauna del sur de Brasil y que fue el primer científico en confirmar las teorías de la evolución de Darwin ¡súper interesante! 

También conocimos el museo del pintor Victor Meirelles y caminamos por el puente Hercilio Luz que fue el primero que conectó la isla con el continente lo que provocó el desarrollo y población de toda la zona. Lamentablemente, habiendo ya otro puente construido, ese puente estuvo cerrado durante casi 30 años porque tenía riesgo de caerse, finalmente después de muchos años, dinero y esfuerzo para su adecuación lo abrieron de nuevo a penas en 2019. Nos encantó la caminata para atravesar todo el puente y ver de cerca esas estructuras de acero impresionantes que conectan tierra firme con la isla.

Al día siguiente nos levantamos temprano para ir hasta el sur de la isla, básicamente la parte más alejada de nuestro hospedaje para hacer el trekking más recomendado de Floripa ¡Está bien lejos! Ir hasta allá en Uber nos saldría mínimo como en 250 pesos, mejor nos vamos con tiempo y tomamos el transporte público ¿no? El recorrido lo hicimos en hora y media tomando 3 autobuses diferentes hasta llegar al pueblo Armazao donde empezamos la caminata por la reserva natural de Lagoinha del Este. Ese día el clima estaba un poco lluvioso, como todos los demás días, pero en cuanto empezamos la caminata dejó de llover ¡qué bueno! 

A través del primer sendero que todavía estaba muy civilizado llegamos rápidamente a una playa donde había muchos surfistas, la atravesamos y seguimos atentamente los letreros ya que no había nadie más adelante ni atrás de nosotros haciendo el recorrido, tuvimos que confiar en que los letreros estuvieran bien puestos. Por ser sábado seguro que habrá varias personas haciendo el recorrido. Pues no, por lo menos hasta ese momento no habíamos visto a nadie pero no perdíamos las esperanzas, alguien más seguro que estaría en ese trekking, por algo es el más famoso de Floripa. El camino estaba lleno de rocas, subidas muy empinadas y mucha pero mucha vegetación que disfrutábamos a cada paso. De pronto se abrió la vegetación y nos encontramos sobre una montaña con una vista lindísima de olas del mar chocando contra riscos de rocas. 

Seguimos caminando por el angosto sendero sintiendo los pantalones a nuestro paso cada vez más mojados por el roce contra las plantas llenas de agua. Amor, ¿sí será por acá? Ya llevamos más de una hora caminando, no nos hemos encontrado a nadie y el sendero se hace más y más pequeño. Pues no hay mucha opción, es este camino o regresar. Y el seguir viendo el hermoso mar verde grisáceo a nuestra izquierda nos decía que íbamos en la dirección correcta, o eso queríamos creer. Finalmente vimos una playa ¡Súper! ¡Ya casi llegamos! Y justo la regla de que la parte más difícil de un trekking es la última se cumplió: había llovido y ahí casi todo era lodo resbaladizo pero además era de bajada, un reto interesante que dejó nuestras manos y pompas todas enlodadas. 

Finalmente después de 2 horas y media pisamos arena de la playa Lagoinha do Leste, una playa casi totalmente virgen sin hoteles, sin calles, sin ruido, sin gente, sólo selva, arena y mar... y un par de perros también. Ahí nos tomamos un descansito en la playa para comer los sandwiches que traíamos y preguntarnos si esas nubes grices a los lejos vendrían a mojarnos o se irían a otro lado. 

Seguimos por el último sendero para llegar a civilización que era más fácil y que sí era transitado. Casi todo el mundo hace solamente esa pequeña parte que toma una hora para llegar a la playa, pero nosotros de todas las rutas posibles quisimos hacer la más larga porque hemos desarrollado una obsesión por caminar mucho. Un perrito muy amable que conocimos en la playa nos acompañó todo el camino hasta que llegamos al pueblo, de ahí nos despedimos, él con un ladrido y nosotros con una sonrisa. De ahí partimos de regreso a nuestro departamento en sólo 2 horas y media tomando 4 buses para regresar al norte de la isla.

El siguiente día preparamos comida mexicana con los nuevos amigos brasileños que sólo conocían la comida Tex-Mex como siempre. Preparamos un arroz rojo mexicano con sus verduritas, frijoles refritos con queso fresco y guacamole con totopos, no saben lo gloriosa que nos supo esa comida tan sencilla, tan casera y tan mexicana, con cada bocado nos transportábamos a nuestro bello país. También hicimos una pequeña sesión de baile, ellos nos enseñaron a bailar forró, del norte de Brasil y que es muy popular en los bailongos, y nosotros les enseñamos un poco de nuestra cumbia chilanga. Curiosamente ambos bailes son muy parecidos, al fin y al cabo bailes con sabor latino.

En nuestro último día en Floripa visitamos las instalaciones Proyecto Tamar, una organización que trabaja para cuidar de las tortugas marinas en conjunto con la población. Los pescadores que se encuentran con alguna tortuga entre sus redes la llevan a Proyecto Tamar para que ellos la revisen, la cuiden y la regresen al mar. Nos encantó este enfoque porque en lugar de pelearse con los pescadores que son muchas veces una amenaza para los tortugas, los hacen parte de la solución del problema entendiendo que la pesca es su forma de vida y que no la van a dejar. También enseñan a la población en general la triste cantidad de plásticos que las tortugas ingieren pensando que es comida y lo importante que es que todos contribuyamos en la reducción de consumo de plásticos. Nuevamente nos recuerdan que todos podemos hacer algo para minimizar el impacto que tenemos en la naturaleza, que no pensemos que no sirve de nada, la realidad es que somos muchos y el impacto de pequeños cambios es enorme.

Lo mejor: El trekking que hicimos a un lado de los acantilados. Es muy impresionante que vas en un sendero entre la selva, llegas a campo abierto y te das cuenta de que vienes por un acantilado aterrorizante todo el tiempo. 

Lo peor: Yo creo que lo alejado que está todo de todo. La isla es enorme y está dividida en pueblitos aunque sea una sola ciudad, entonces para llegar de un lado a otro tienes que tomar hasta 4 camiones.

La anécdota más chistosa: En el trail de regreso de la playa, un perro al que le dimos de comer, al parecer en agradecimiento, decidió guiarnos por el camino. Era muy gracioso que todas las personas que nos encontrábamos decían "qué bonito su perro" siendo que ni era nuestro ni sabíamos su nombre.

La mayor inconformidad: Estuvimos una semana, todos los días llovió excepto el último día cuando ya nos íbamos. Gracias Florianópolis.












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