Gramado, Brasil: la pequeña Alemania de Brasil

 

¿Qué es esto? ¿A dónde llegamos? ¿Estamos en Alemania o qué? Si alguien nos hubiera dormido y despertado de pronto en Gramado hubiéramos jurado que habíamos llegado a Alemania. La terminal de autobuses, los restaurantes, hoteles, casas, incluso el clima era totalmente diferente al que conocíamos de Brasil. Habíamos llegado a un cacho de Alemania perdido en Brasil, y es que durante los siglos XIX y XX el sur de Brasil le dio la bienvenida a muchos inmigrantes alemanes e italianos por los problemas que habían en Europa y porque había mucha tierra disponible en Brasil y se requería población que la trabajara, y el gobierno imperialista consideraba que si era blanca era mejor. Así nacieron un montón de poblados tipo europeos. Concretamente la ciudad de Gramado más tarde se convirtió en un centro turístico muy importante del sur de Brasil para brasileños, uruguayos y argentinos, y también para este par de mexicanos.

Los primeros días que estuvimos en Gramado había muy poca gente, pocos restaurantes abiertos a la hora que a nosotros se nos ocurría comer Amor, ¿por qué siempre queremos comer cuando no es la hora de la comida aquí? No hay nada abierto, México nos tiene muy mal acostumbrados. Fuera del problema de la comida la ventaja es que estaba muy tranquilo para que pudiéramos pasear por la ciudad admirando cada bonito edificio de arquitectura alemana, algo muy lindo y diferente para nosotros. Vimos que había muchísimas atracciones turísticas en la ciudad pero escogimos unas pocas porque no todas eran tan atractivas para nosotros y para nuestro bolsillo, ya saben, en lugares como éste dedicado al turismo se aprovechan y todo es súper caro. Sobre todo evitamos las relacionadas con la comida que eran buffets y cosas parecidas que no íbamos a aprovechar porque en general no comemos tanto y no queríamos acabar todos gordos, todavía nos faltaba mucho recorrido por el mundo como para perder el estilo ahora.


Lo que sí hicimos fue ir al pueblo vecino de Canela en donde visitamos un museo espectacular que se llamaba Mundo a Vapor, un museo de máquinas a vapor en miniatura que sí funcionaban: la fábrica de papel más pequeña del mundo, trenecitos a vapor, extracción de petróleo y demás maquinaria pequeña, todo funcionando de verdad. ¡Qué increíblemente padre está esto! Me encanta cómo está tan bien hecho. Parecíamos niños viendo funcionar maquinaria tras maquinaria.

Ahí en Canela también paseamos un rato de manera súper tranquila porque, al igual que en Gramado, Canela es una pequeña ciudad con muy bonita donde disfrutamos mucho de pasear por sus calles sin rumbo encontrándonos de pronto con una Estatua de la Libertad, siendo un punto tan turístico supongo que decidieron poner otro tipo de atractivos. En la noche estuvimos atentos para ver el atractivo y religioso show de mapping sobre la Catedral de Nuestra Señora de Lourdes. Sí, se llama como yo.

Al día siguiente salimos a correr por la ciudad, tan pequeña que en unos pocos kilómetros nos encontramos a las afueras pasando por zonas de puro bosque y poca banqueta. Regresamos a la ciudad, le dimos algunas vueltas a un parque como de cuento con un lago artificial y barquitos en forma de cisnes, seguimos por una de las avenidas principales y terminamos en el centro para darnos de premio un pan artesanal típico de Gramado, muy bien merecido. Ese día ya había mucha más gente porque ya empezaban las vacaciones de Semana Santa y nos dimos cuenta de que estábamos entre la crema y nata de la alta sociedad brasileña ¡Pues por eso todo es tan caro! Nosotros de mochileros queriendo que todo destino turístico sea de precio mochilero.

También visitamos el Parque del Caracol, un parque natural protegido con una cascada lindísima como atracción principal, fue impresionante verla desde el mirador que era perfecto para contemplar cómo el agua salía de entre el bosque y caía por una formación rocosa que hacía una gran cueva. Ya nos faltaba nuestra dosis de cascadas, de eso nunca nos cansamos, por lo menos yo no. Esperamos nuestro turno para tomarnos las debidas fotos y después hicimos todo el recorrido que podíamos hacer caminando por los senderos del parque que era en realidad algo pequeño pero nos gustó mucho caminarlo todo entre la vegetación.

En nuestro último día de turistear por Gramado fuimos a Snowland, el atractivo principal de la ciudad porque adentro tienen todo un parque de diversiones con nieve de verdad a menos diez grados centígrados. Llegamos a la hora agendada, nos pusimos la chamarra, pantalones, botas y guantes de nieve que nos dieron para entrar a la zona fría ¡Oh! Está todo el suelo lleno de nieve de verdad, qué increíble. Aprovechamos nuestro tiempo y ganas de divertirnos en las resbaladillas gigantes de nieve y hielo, y aventándonos nieve. Realmente hacía frío porque sentíamos nuestros deditos de los pies y de las manos súper fríos, hasta con un poco de dolor porque por mensos no se nos ocurrió llevarnos nuestros calcetines gruesos ni nuestro gorro de frío, ni modo, no era nada como para llorar. Luego hicimos una fila interminable para entrar a la pista de patinaje, en la fila tuvimos tiempo de sobra para analizar cómo se debía de patinar y cuando entramos Alfred logró patinar por primera vez en su vida. Él salió súper emocionado por eso, por primera vez había podido patinar sin azotar en el intento.

La opinión del viajero Alfred:

Lo mejor: La ciudad en sí misma es lo mejor, es como estar en un pueblito de cuento de hadas y cada casa que pasas dan ganas de comérsela, pero no lo haces porque a lo mejor adentro hay una bruja que te va a querer convertir en sopa.

Lo peor: Los precios de todo son absurdamente altos para los mochileros. Es impresionante la cantidad de actividades y atracciones que puedes hacer pero te puedes gastar una fortuna de mochilero en hacerlo.

La anécdota más chistosa: Es increíble que después de mis cuarenta años de vida por fin entendí el concepto de patinar y aunque fuera durante 5 minutos por fin pude patinar aunque medio agarrado del barandal.

La mayor inconformidad: En la zona de patinaje hicimos fila de una hora, nos dijeron que nuestro tiempo en la pista iba a ser de 15 minutos y al final nos dieron sólo como 8 minutos. Yo salí hasta contento por mi logro pero Lulú se frustró muchísimo y decía "¿Neta? ¿Una hora de fila para 8 minutos en una pista de hielo? Si me hubieran dicho eso desde el principio ni hubiera hecho la fila, hay miles de pistas de hielo en el mundo".












Comentarios

  1. Qué anécdotas tan divertidas nos han contado!!! Qué ganas de estar con ustedes. Abrazos

    ResponderBorrar

Publicar un comentario