El Calafate, Argentina: la increíble tierra de glaciares

 

Después de tanta ciudad de Buenos Aires nos faltaba una dosis de naturaleza, ya estaba bueno tanto pavimento, así que nuestra siguiente parada fue la famosa Patagonia ¿Hasta allá? ¡Ahora sí se fueron bien lejos! Hasta la Patagonia, literalmente, donde existe la tercera mayor concentración de hielo del mundo con 400 kms de largo. Hay tanto hielo no porque haga mucho frío sino porque el viento húmedo del Océano Pacífico choca contra Los Andes, se eleva, se enfría de manera repentina, se convierte en nieve, cae sobre los Andes y se acumula a lo largo del tiempo formando glaciares enormes. ¡Oh! Información para sorprender a tus amigos.

Al llegar a El Calafate lo primero que me llamó la atención fueron los árboles de hojas amarillas, se veían lindísimas las calles adornadas de amarillo y dorado por todos lados ¡Qué bonito fue ver por primera vez el otoño que me enseñaron en la escuela!

Nuestro primer tour fue la visita al glaciar Perito Moreno, llamado así en honor a un perito en geografía argentino que ayudó a definir la frontera por los Andes entre Argentina y Chile en donde salió favorecido Argentina. Claro, por eso es casi casi un héroe. Llegamos en autobús con un tour al Parque Nacional Los Glaciares con toda una infraestructura de pasillos elevados, empezamos a avanzar por los pasillos cuando vimos al fondo y entre los árboles otoñales la gigantesca capa de hielo que conformaba al glaciar, seguimos avanzando ahora más rápido y más emocionados hasta llegar a la orilla, a la zona de miradores para apreciar la magnitud y la pasividad del glaciar que a ratos se interrumpía por el estruendo de quiebres de capas frontales de hielo y su caída. Sonaban como poderosos truenos que retumbaban en el aire, un espectáculo magnífico que ocurre todos los días y que es normal y sano. 

Nos explicaron que los glaciares se mueven constantemente, arriba en la montaña cae la nieve que se acumula y se compacta a lo largo del tiempo formando capas enormes de hielo que se van moviendo poco a poco hasta llegar hasta la parte frontal donde se quiebran, se derriten y se convierten en lagos. El glaciar Perito Moreno es de los poquitititos glaciares que más o menos va ganando y perdiendo la misma cantidad de hielo cada año y por lo tanto se ha mantenido del mismo tamaño desde hace 100 años. También hay uno que otro glaciar que va ganando volumen, pero la gran mayoría está perdiendo tamaño por efectos del calentamiento global. El problema está en que una vez que se acaba un glaciar se acaban los lagos y ríos que se alimentaban de él, y sin agua ya sabemos qué pasa con todo lo demás.



Después de contemplar maravillados al fantástico glaciar regresamos al autobús para ser llevados a un pequeño muelle y embarcados en un barquito que navegó por el lago formado con el deshielo del glaciar desde donde podíamos verlo desde otra perspectiva ¡Qué impresionante! Desde aquí pareciera que es más grande ¿no? Sí, y dan más ganas de lamerlo, se ve rico. 


Bajamos de la embarcación, nos dieron casco por eso de los turistas torpes que se tropiezan y empezamos a caminar por un sendero hacia un lado del glaciar viendo al tremendo señor don glaciar cada vez más cerca, más grande y más imponente. Chicos, les vamos a poner crampones en su calzado para que puedan caminar sobre el hielo, van a tener que dar pasos cortos y pisar fuerte para que no se vayan a resbalar, y no estén sacando la cámara para fotos, si no ponen atención puede ser peligroso, vamos a detenernos en ciertos puntos para que saquen sus fotos. 

Nos amarraron las suelas metálicas y picudas a nuestras botas y empezamos a pisar hielo, bloques gigantescos de hielo durísimo que tardó 400 años en compactarse y llegar hasta ese lugar. Estábamos impresionados con el paisaje, era como estar en dunas de hielo. Seguimos en fila india una ruta en específico que los guías nos iban marcando por subidas y bajadas de hielo. 

Entramos a una grieta enorme toda azul, azul y azul ¿y por qué azul? Sabemos que en realidad el hielo es transparente, como el agua, el azul lo da un efecto óptico por el que sólo vemos el azul que refracta el hielo tan compacto, entre más azul lo veíamos significaba que estaba más compacto, sin casi nada de aire. 

Me quedaba sin palabras, era algo único ir caminando sobre ese gigante, azul, blanco, transparente, hermoso y muy frío. ¡Voy a probar el hielo! Y sí, Alfred aprovechó la oportunidad para lamer la pared de hielo. ¡Eh! ¡Probé el glaciar! ¡Sabe a hielo! Un sabor inesperado... También probamos el agua que se acumulaba en pequeños pozos y por si se lo preguntaban, estaba fría y sabía a agua de hielo derretido.

Finalmente antes de terminar el recorrido los guías nos detuvieron en frente de una mesita que habían instalado en una zona del glaciar, sacaron vasos, les pusieron hielo del glaciar, les sirvieron whisky y nos repartieron para celebrar el término de nuestro recorrido sin baja alguna ¡Salud! 

El segundo día hicimos un tour para ir a ver el monte Fitz Roy lo más cerca posible sin arriesgar la vida porque en estas fechas de mayo los senderos a lagunas más cercanas estaban cerrados por hielo. El nombre de Fitz Roy fue en honor al comandante del Beagle en las famosas travesías de Charles Darwin a través del mundo, los pueblos originarios le llamaban Chaltén que significa cerro humeante no porque sea un volcán sino por las nubes que suelen estar posadas a su alrededor. Nos llevaron a tres horas en autobús que se nos pasaron volando porque nosotros íbamos fascinados viendo los paisajes del amanecer de las 9 de la madrugada, sí, a las 9 de la mañana a penas iba amaneciendo, ahí está fácil levantarse a ver el amanecer. El paisaje era interesante, como ningún otro que hubiéramos visto antes, vegetación baja en tonos dorados y marrones con sólo un poco de verde y de rojo aquí y allá rodeando ríos y lagos color verde grisáceo, y al fondo montañas nevadas pero sin ser muy altas.


Conforme nos íbamos acercando al Fitz Roy el paisaje iba cambiando agregando árboles de hojas pequeñas color verde, naranja y rojo, algo verdaderamente lindo de ver. ¡Ah! Y además empezábamos a ver cada vez mejor el imponente monte Fitz Roy, quizás no tanto por su altura sino por su singular forma que según yo se asemeja a la trompa de una ballena saliendo del agua. Llegamos finalmente a nuestro destino, recorrimos un sendero corto y boscoso hasta llegar a un mirador donde el monte se veía magnífico junto con todo el paisaje a su alrededor. ¡Uf! ¡Qué bonito paisaje! Vamos a sentarnos aquí un ratito a disfrutar de esta belleza. Nos encantó, bello por donde lo vieras y llegamos a la conclusión de que los fotógrafos no tienen ningún mérito en la Patagonia, la naturaleza es la que hace todo el trabajo.

El día siguiente fue más tranquilito, sólo fuimos a caminar relajadamente a una reserva ecológica de aves que es una de las más importantes del mundo pero siendo otoño casi todas las aves se habían ido de vacaciones a zonas más cálidas, al Cancún de las aves. Aún así la caminata fue perfecta para nosotros, tan silencioso a nuestro alrededor con un tímido sol típico de seis de la tarde cuando a penas eran las cuatro. Parecía que el tiempo se había detenido. Disfrutamos mucho esos momentos de desconexión casi total.

Y llegó el día de dejar El Calafate, preparamos nuestras cosas para que el shuttle pasara por nosotros y salimos a las 6:45 de la madrugada, estaba totalmente oscuro y a cero grados, ni frío ni calor aunque mis pies opinaban que sí hacía frío, no entiendo por qué. La tierra y las hojas en el suelo brillaban como diamantina por la humedad cristalizada en su superficie, y en lo que esperábamos a que llegara el shuttle un gatito nos estuvo haciendo compañía, dándonos vueltas y pidiendo caricias hasta que llegó el autobús por nosotros para empezar nuestro viaje a Ushuaia. La ciudad más al sur del mundo.

La opinión del viajero Alfred sobre El Calafate:

Lo mejor: Caminar sobre el glaciar Perito Moreno porque para mí es una experiencia única en la vida y es uno de los pocos glaciares a los que la gente tiene acceso de manera relativamente sencilla, y además lo pude lamer.

Lo peor: En la ciudad de El Calafate la cantidad de perros que están desperdigados por todos lados y es molesto porque dejan sus popós por todos lados, aunque algunos son muy amigables y lindos y se ponen a jugar con Lulú generalmente.

La anécdota más chistosa: Un señor estaba quejándose de la falta de baño en los miradores del glaciar, según él no era suficiente con el baño que estaba justo antes de bajar a los miradores, él quería tener vista al glaciar y a los baños.

La mayor inconformidad: Contratamos un shuttle para que nos llevara al aeropuerto pero tuvimos que dar el nombre del hotel de enfrente porque nuestro Airbnb era una casa particular y no tenían registrada la dirección, entonces tuvimos que esperar afuera del hotel a cero grados congelándonos durante media hora hasta que llegaron por nosotros.








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