Ushuaia, Argentina: la ciudad del fin del mundo

 

Ahora sí llegamos a lo más al sur de lo más al sur posible. Más al sur ya no se puede a menos de que hiciéramos un crucero por la Antártida, y no, nuestro presupuesto no nos daba para eso. Oigan, pero todavía hay otra población chilena más al sur ¿no? Bueno, sí, pero es un pueblo de dos mil personas así que no cuenta. Ushuaia fue fundada por misioneros europeos, como mucho del sur de este continente, para evangelizar a los pobladores de la región llamados yámanes. Sorprendentemente a pesar del clima sí existían humanos adaptados a condiciones climáticas extremas sin más que sus taparrabos, pero tristemente a la gran mayoría los mataron o murieron de enfermedades que hasta el momento eran extrañas para ellos.

Fuimos en otoño que, para nosotros acostumbrados a climas más cálidos, ya estaba bastante frío, todos los días de temperaturas entre 0 y 9 °C, no quiero saber cómo estaría en invierno.  Llegamos temprano así que fuimos a la oficina de turismo  a pedir informes Chicos, hoy que hay poco viento aprovechen para hacer el paseo por el Canal Beagle, y las agencias que tienen embarcaciones pequeñas se acercan más a las islas para ver la fauna. No pudimos alcanzar a ver pingüinos porque en otoño e invierno se van de vacaciones a aguas menos frías y no quisieron esperarnos, pero bueno, aún así estuvo increíble todo lo que vimos.

La guía dentro de la embarcación, una bióloga que sabía bien de lo que nos estaba hablando, nos dio toda una explicación bien interesante sobre el recorrido, los yámanes, los lobos marinos y los cormoranes que íbamos a ver. Nos acercaron a un par de islas pequeñas donde había un montón de lobos marinos bien lindos, notaban nuestra presencia y nos volteaban a ver pero excepto por uno que otro que huía a todos los demás parecía no importarles que hubiera un barco lleno de humanos a pocos metros de ellos. No podíamos creer lo cerca que estábamos, tanto que daban ganas de acariciarlos.

Estas islas también estaban repletas de cormoranes imperiales, unas aves muy bonitas que tienen los mismos colores que los pingüinos y mucha gente los confunde pero estos sí vuelan y además tienen un cuerpo más estilizado, ellos no están gorditos y bonitos, sólo bonitos.

¡Ahí hay ballenas jorobadas! Vamos a acercarnos para verlas. Y sí que nos acercamos, yo llegué a pensar que estábamos tan cerca de ellas que empezarían a huir del barco, pero no, no les importaba, ni siquiera cambiaban su rumbo. No nos cansábamos de ver las ballenas, su movimiento al nadar, sus colas cuando se sumergían, incluso hubo una que saltó y otra que pasó por debajo de nuestro barco y se volteó para enseñarnos la parte inferior justo antes de salir a superficie ¡Qué bonita! Esto no me lo esperaba. Todos estábamos tan emocionados viendo las ballenas que preferimos usar el tiempo que teníamos para seguirlas viendo en lugar de ir a un mirador en una de las islas.

El segundo día en Ushuaia fuimos al Parque Nacional Tierra de Fuego, nos dejó el transporte a las 9:30 de la mañana en la taquilla del Tren del Fin del Mundo que nos llevaría al parque. Hola, queremos comprar dos lugares para el tren. Ya no hay lugar, tal vez haya lugar a las 12:30 o a las 15 horas, o se pueden ir caminando. Si nos esperábamos hasta esas horas ya no nos iba a dar tiempo de recorrer todos los senderos que queríamos y la verdad más que el paseo por el tren queríamos caminar todo el parque. Ya si vamos a caminar empecemos desde ahora. Otros tres señores argentinos nos oyeron y decidieron ir con nosotros caminando también con tal de no esperar tanto tiempo al tren.

También existía la opción de contratar un tour para ir a las paradas y miradores más importantes en la comodidad de una camioneta con calefacción, pero ¿dónde está el esfuerzo y la emoción? ¡Nada de eso! ¡A caminar se ha dicho! Encontramos las señalizaciones para el primer sendero y mientras estuviéramos viendo palos pintados de amarillo era porque íbamos por buen camino, en caso contrario significaba que estábamos perdidos para siempre. Desde donde empezaba el sendero teníamos un paisaje lindo, de un lado agua del Canal Beagle y del otro lado bosque de otoño ya casi sin hojas. Pasamos varias pequeñísimas bahías de arena gris donde nos encontrábamos a otros turistas haciendo el trekking, pero no muchos, en total habremos visto 10 en todo el trayecto.

Pasamos por bosques de diferentes tipos de árboles, algunos de árboles muy altos con todo el follaje ya en el suelo, algunos bien verdes y bien frondosos a los que parecía que no les había llegado el aviso del inicio del otoño, algunos de troncos grises parte parados y parte caídos de forma natural por tener raíces muy superficiales.

Llegamos incluso a una zona donde unos castores que fueron introducidos hace más de 50 años se pusieron a construir un dique como buenos castores, el problema era que los castores ahí no tienen depredadores naturales y con tal de hacer sus diques destruyen el bosque. Como decía un letrero en el parque: "un excelente ingeniero que construye en el lugar equivocado". Para controlarlos, personal del parque nacional va pasando casa de castores por casa de castores haciendo censos de población y cuando notan que son muchos secuestran a algunos y los desaparecen. Pobres castores que ahora viven en un régimen totalitario.

¡Listo! Terminamos el primer sendero de 8 kms en 3 horas y media pero el sol nunca sube, a la una de la tarde parece que siguen siendo las 10 de la mañana. Nos comimos nuestro sandwichote y seguimos al siguiente sendero que era mucho más corto y sencillo pero igual de agradable, en ese pasamos por una islita entre nuevos cambios de vegetación hasta que llegamos de nuevo a la calle que seguimos caminando hasta que llegamos al final del camino de Sudamérica. ¡Lo logramos! ¡Llegamos al fin del mundo! Aquí es a donde se llega si se quiere recorrer todo el continente de norte a sur. Pero, ¿y el letrero del fin del mundo? Nosotros que esperábamos todo un complejo turístico del fin del mundo y nada, sólo hay un letrero que dice que es el final de la ruta número 3, algún despistado que no sepa lo que eso significa no le daría tanta importancia. 

Al día siguiente nos levantamos en cuanto salió el sol a las 9:30 de la madrugada, estaba despejado y parecía un buen día para ir al glaciar, pedimos un taxi. Al Glaciar Martial por favor. Y en menos de 15 minutos ya estábamos en el inicio de la caminata hacia el glaciar. No puedo creer que haya un glaciar tan cerca de la ciudad ¡Qué loco! Así era, ya sólo teníamos que subir 3 kms para estar en la base del glaciar. La caminata al principio estaba súper tranquila, de subida pero en un terreno muy amplio nada accidentado. Pronto la cosa empezaba a cambiar, el terreno se volvía a cada paso más empinado, más angosto y más rocoso, y por si fuera poco empezó a soplar un viento que nos hacía detenernos para no perder el equilibrio, parecía que la montaña no quería que subiéramos más y que nos quería decir ¡Ey! ¿Qué hacen aquí? ¡Ya váyanse! Incluso en una de esas mejor me tiré al suelo antes de que me tirara el viento, más vale.

Pero nuestras ganas de subir hasta donde nos fuera posible nos hizo seguir. De pronto sumando a los retos que ya teníamos apareció un poco de nieve y hielo, con la nieve no había problema, se podía pisar, pero pisar el hielo era caída garantizada. De hecho ya casi llegando al glaciar, en zona más plana, un turista descuidado cometió el error de subestimar el hielo y acabó en el suelo con un poco de lodo en las pompas y tal vez algún moretón, y no, no fue Alfred si eso es lo que estaban pensando. Finalmente llegamos al pie del glaciar donde estaba todo repleto de nieve y para subir más ya necesitábamos más equipo o tal vez sólo más valor pero el caso es que llegamos a donde la prudencia nos indicó. Estaba todo lleno de nieve y se veía hermoso, tanto hacia arriba el blanco glaciar como hacia abajo la ciudad Ushuaia y el Canal Beagle. 

¡Qué bonito! Me encantó, pero ya tenemos que bajar porque aquí el sol se mete a las 5:30 de la tarde. Esta vez tuvimos que estar luchando para que el viento no nos hiciera bajar demasiado rápido, nadie quería acabar lesionado. Finalmente bajamos, fuimos a comer algo en el único restaurante que estaba abierto a las 4 de la tarde y nos fuimos a resguardar a nuestro alojamiento. Con tanto cambio de temperatura y sobre todo con la falta de humedad en interiores por tener siempre la calefacción prendida a los dos nos empezaba a doler la garganta pero esperábamos que se pasara pronto sin embargo al día siguiente decidimos ya no salir porque empezamos a tener un poco de tos, más Alfred que yo, y decidimos quedarnos a descansar, así fueron los últimos dos días, sólo descansando y recuperándonos antes del viaje a Mendoza. 

La opinión del viajero Alfred sobre Ushuaia:

Lo mejor: El avistamiento de ballenas fue algo que no nos esperábamos y sobre todo que fuera tan cerca y que las ballenas nos hicieran un espectáculo. Sinceramente pienso que nos deberían de haber cobrado más.

Lo peor: No hay transporte público para moverse a los lugares turísticos, hay que estar contratando agencias de viajes o el llamado transporte regular que está dedicado al turismo y es caro, con él tienes que acordar horario de regreso, y si te deja tienes que pagar un taxi todavía más caro.

La anécdota más chistosa: Bajando del Glaciar Martial de repente había tanto viento que Lulú y yo literalmente nos sentábamos en el viento dándole la espalda para que no nos llevara. Nos veíamos muy chistosos sentados en sillas invisibles y nos daba muchísima risa.

La mayor inconformidad: Me enfermé porque hay muchos cambios de temperatura de lugares abiertos a cerrados y son extremos y malísimos para el sistema respiratorio, y el calefactor de nuestro Airbnb era difícil regular y secaba el ambiente. Aunque no me sentí tan mal cuando me di cuenta de que la mitad del avión de regreso de Ushuaia estaba igual.













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