Valle de la Loire, Francia: hermosos castillos, palacios, jardines y ciudades

 

19 de agosto de 2022. La visita al valle del Río Loire para Alfred y para mí fue una verdadera delicia, uno de los destinos en Francia que ninguno de los dos conocía y del que tampoco sabíamos mucho, sólo la existencia de castillos bonitos. Nos hospedamos en Tours, una de las ciudades más importantes de la región de Bretaña que tiene ese nombre por los bretones que llegaron a vivir ahí hace 800 años. Y concretamente en la región del valle del Loire hay un montón de palacios porque cuando los Ingleses invadieron Francia, la monarquía se fue a refugiar a esa zona del Río Loire que es el más largo de Francia y una frontera y defensa natural entre el este y el oeste de Francia.

Empezamos nuestro tour desde Tours, confuso, ya lo sé. Visitamos el primer día el hermoso pueblo Blois, bajamos del tren y caminando rumbo al castillo nos encontramos con unas escaleras que llevaban a un jardín, no pudimos evitar subir por ellas, atravesar el jardín hasta encontrarnos en una terraza con la vista al extraordinario palacio construido notoriamente sobre los fundamentos de un castillo medieval.

Dudamos un poco sobre si entrar o no a visitar el castillo pero nos decidimos al ver que tenía tan buenas opiniones en internet y fue una excelente decisión. Ese castillo aunque quizás no sea de los más bonitos del Loire sí es por mucho de los más interesantes. Aquí cada rey que pasó por el palacio lo modificó a su antojo Wow ¡qué curioso está! Y sí, era como ver diferentes palacios en uno solo dependiendo hacia dónde volteara uno.


En ese palacio vivieron 7 reyes y 10 reinas de Francia por lo que historias de amor y traición no faltaron así como  matrimonios y asesinatos durante más de 100 años, nosotros estábamos fascinados con todas las historias alrededor del castillo. Y pues eso se notaba en la arquitectura del palacio donde llegaron reyes y reinas a hacer demoliciones y nuevas construcciones a su voluntad, casi todas de ellas inconclusas dando al palacio una estética única con arquitectura medieval, clásica, gótica y renacentista.


Desde los jardines del palacio nos asomamos a ver el pueblo y ¡qué hermosura! Parecía una pintura de casitas viejas desordenadas con techitos grises a dos aguas.

Salimos del palacio, y nos pusimos a recorrer las calles y callejones del pueblo, pasando por una estatua de Juana de Arco quien estuvo en Blois antes de partir a la batalla triunfal de Francia contra Inglaterra en Orleans. Pasamos también por un museo de magia dedicado a Robert Houdin, el padre de la magia moderna que nació ahí en Blois y de quien tomó el nombre el famoso mago Houdini.


Al día siguiente nos levantamos a correr tomando la excelente ruta que nos recomendó nuestro anfitrión francés al costado del Río Loire ¿Qué onda? El río está súper seco, hay partes donde sólo es un riachuelo. Nos enteramos de que el río actualmente está extraordinariamente seco porque el último año no ha nevado casi nada en la montañas del sur de Francia de donde se alimenta siendo un caso ya de preocupación para la población. ¡Qué terrible!

Más tarde, después de bañarnos y desayunar fuimos a otro hermosísimo pueblo llamado Amboise, nos bajamos del tren, caminamos hacia el pueblo y ¡oh maravilla! Nos encontramos delante de nosotros con un palacio construido sobre un risco enmarcado en su base por casitas y el Río Loire, no sabíamos si lo que estábamos viendo era una pintura o era real. Estaba fantástica la escena.

Estuvimos paseando por el pueblo felices por estar en un lugar tan lindo, lleno de turistas pero sin perder su magia. Pasamos a un lado de la fortaleza enorme del castillo de Amboise con unas torres y barda impresionantes, seguimos caminando por la calle hasta llegar a un palacio donde Leonardo Da Vinci trabajó y vivió los últimos 3 años de su vida ya que el rey de Francia lo contrató como su arquitecto real. Sus restos de hecho están ahí en Amboise y no en Italia como uno supondría. Por fuera vimos un palacio singular, no muy grande pero con unos jardines enormes, el ticket estaba un poco caro así que no entramos pero lo que vimos desde fuera nos impresionó mucho. Se nota que Leonardo Da Vinci vivió requete bien sus últimos años.

Regresamos por la misma vía, nos encontramos unas escaleritas de piedra señalando un mirador y aunque quisimos no nos pudimos resistir a subir, yo al menos no, me encantan los pasadizos, escaleritas, callejones y demás que te llevan a lugares desconocidos. Llegamos a la cima donde había un pequeño viñedo, una zona residencial y una gran vista de Amboise. Seguimos nuestro camino, bajamos por otras escaleritas de piedra hasta la calle principal que estaba bien linda. Disfrutamos muchísimo de la caminata entre el pueblito de cuento en el que estábamos, y vimos también que habían unas casitas y hotelitos muy curiosos construidos dentro del risco del cerro.

Regresamos ese día a Tours y como teníamos un poco de tiempo antes de resguardarnos a cenar y dormir nos fuimos a pasear por la ciudad que también nos encantó. Casi casi íbamos cantando y bailando por las callecitas con casitas de madera y adobe del siglo XV y XVI nos fascinaban Se ven súper flamables, con razón antes las ciudades se quemaban a cada rato. En algún punto de la historia se acabaron prohibiendo esas construcciones y por eso ahora todas las que son así son joyas protegidas por los gobiernos y la Unesco.

En el último día de nuestro recorrido queríamos visitar uno de los que decían era de los castillos más bonitos de la zona, y por fotos sí se veía lindísimo. Tomamos el tren para hacer conexión en Blere y que nos llevara un autobús. Llegamos a Blere a tiempo, todo bien, esperamos al autobús 10 minutos, 20 minutos, 30 minutos y nada. Estábamos con una bola de gente, ya todos empezando a impacientarse porque algunos tenían una conexión que ya estaban por perder y otros como nosotros queríamos llegar al castillo y no había otra manera de hacerlo a menos que camináramos hora y media en lugar de los 10 minutos que tomaría llegar en el autobús. Disculpen las molestias les informamos que el autobús tardará en llegar por lo menos en una hora más, es todo lo que sabemos por ahora.  Para no hacer el cuento largo estuvimos buscando diferentes formas de transportarnos y al final decidimos caminar la hora y media hasta el castillo. Al final fue una muy buena decisión porque en el camino nos topamos con bosques muy bonitos, campos de girasoles, pueblitos típicos y llegamos al castillo al mismo tiempo que el autobús pero con una sonrisa en la boca.

Llegamos finalmente al castillo Chenonceau que también es llamado el castillo de las damas porque ahí fueron mujeres las que marcaron la historia de ese sitio, construido por Katherine Briconnet, embellecido por Diana de Poitiers y Catalina de Medicis, y salvado de la destrucción durante la Revolución Francesa por la Señora Dupin. Entramos a sus habitaciones, recorrimos los tres pisos que usaban reinas y reyes como residencia y para sus fiestas y la parte que más nos sorprendió fue el salón de baile porque vimos que está construido a todo lo ancho del río sobre un puente haciendo que la vista por las ventanas y balcones del salón sea al río y a los jardines. ¡Maravillosa idea!

Salimos del palacio, comimos en la cafetería del lugar donde sorpresivamente la comida no estaba cara y estaba muy buena, y nos dedicamos ahora a conocer los hermosos espacios al aire libre ¡Qué lindo jardín! ¡Está bellísimo! El diseño, las flores, ¡qué bonito! ¡Creo que es el jardín más bonito que he visto! Era un jardín tan lindo, para contemplar todo el día sin parar. Al otro lado otro jardín bellísimo, lleno de flores y todas puestas en el lugar preciso para darle total armonía al jardín. Y desde ahí una vista encantadora al palacio sobre el río.

Pasamos por la botica dónde se hacían los remedios para tratar enfermedades y donde también trabajó para Catalina de Medicis el famoso Nostradamus. Y por último, el lugar que más me gustó a mí de todos: el huerto más increíble que he visto en mi vida, con un montón de variedades de amarantos, jitomates, calabazas y hierbas aromáticas. Estaba yo verdaderamente fascinada, no me quería ir de ahí, en mi mente yo traía un vestidito de flores e iba bailando y brincando por todo el huerto.

Lo mejor: El Castillo Chenonceau me gustó muchísimo la historia que tiene de pleitos entre reinas y amantes de la monarquía. En especial la huerta de donde tuve que sacar a rastras a Lulú para poder seguir el resto del viaje.

Lo peor: El tren no llegaba a todos los castillos o es complicado como al de Chambord. En esa zona es mejor llevar coche.

Lo más chistoso: Salimos a correr en Tours, cruzamos al otro lado del Río Loire y nos pasamos del puente por el que teníamos que regresar. Íbamos a correr 8 kilómetros y acabamos corriendo 15 ¡qué torpes!
















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