Estambul, Turquía: la magnífica antigua Constantinopla

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6 de octubre de 2022. Después de tres meses en la Unión Europea salimos no por gusto sino porque como turistas no podíamos estar más tiempo así que nuestra siguiente parada fue Turquía, uno de esos extraños países donde una parte está en territorio europeo y otra parte en territorio asiático y por eso nosotros ya lo consideramos parte de Asia. Nuestro vuelo salió 8 de la noche de Venecia, llegó casi a las 12 a Estambul, recorrimos el gigantesco aeropuerto que se notaba recién estrenado, cambiamos los euros a liras turcas, compramos chip de telefonía y fuimos a buscar el autobús de la 1:15 de la mañana que nos llevaría cerca de nuestro hospedaje. Ya pasó de la 1:15 y el autobús no llega, se me hace que ya no llegó y el siguiente es hasta las 2:15 de la mañana, ya es demasiado tarde. Decidimos entonces pedir un Uber que luego luego llegó pero a una parte del aeropuerto donde no nos encontrábamos, del piso de hasta abajo subimos al piso de hasta arriba y desde un extremo nos fuimos hasta el otro hasta que lo encontramos al fin. El anfitrión bien amable nos esperó a esas horas, nos abrió y nos dio la bienvenida a su departamento en Estambul. ¡Por fin llegamos a dormir!

Al día siguiente estábamos dormiditos bien rico en nuestra camita cuando de pronto empezaron unos cánticos árabes a todo lo que daba. ¡Ay! Creo que es el llamado a la oración de los musulmanes, pero todavía ni amanece, que dejen dormir. Efectivamente teníamos una mezquita a media cuadra y nos iba a tocar que nos despertaran todos los días antes del amanecer. Para mí los siguientes días serían el llamado a ir al baño. Conseguimos dormirnos de nuevo y cuando nos levantamos vimos que en el llamado al rezo de la mañana dicen entre otras cosas Rezar es mejor que dormir con lo cual no estamos de acuerdo. Ese día nos dedicamos a descansar del ajetreo turístico y a hacer tareas administrativas. Sólo salimos a hacer turismo gastronómico y teníamos que empezar por el antepasado de nuestros tacos al pastor: el doner. Que sí estaba muy bueno pero un poco de piña, cilantro y salsa verde no le hubiera caído nada mal. Y estando en Turquía no podíamos dejar pasar la oportunidad de probar los baklavas, esos micro postrecitos hechos con pasta filo, pistache y miel.

Al día siguiente empezó nuestro recorrido por Estambul, antes Constantinopla, ayudados por el lenguaje internacional de señas y Google Translator porque realmente nos topamos con pocos que sí hablaran inglés. Llegamos primero a la plaza Taksim, el corazón de la zona moderna de Estambul donde nos encontramos primero con una exposición sobre Frida Kahlo, y es que resulta que en Turquía, como hemos visto en otros países, Frida es muy popular. Nos sorprendió ver souvenirs con su imagen por todos lados y la verdad también nos sentimos muy orgullosos de ver un cachito de México tan lejos.

Enmarcando la plaza vimos una gran mezquita de arquitectura bizantina donde las cúpulas son las grandes protagonistas del edificio. ¡Wow! ¡Qué bonita! Vamos a entrar. Encontramos la manera de entrar, en la entrada me prestaron un velo que ellos llaman hiyab para cubrirme la cabeza, nos quitamos los zapatos y entramos. Por dentro un espacio inmenso con decoraciones geométricas sobre todo en los techos y sus cúpulas pero sin imágenes porque los musulmanes no usan imágenes ya que sólo adoran a Alá y todos los demás como Mahoma o Jesús son profetas que no adoran ni les rezan.

En esa plaza Taksim vimos también el monumento a la independencia en honor a Ataturk quien se le considera el padre de la nación haciéndolo una democracia, un país laico y progresista.

Caminamos por toda una calle peatonal y comercial repleta de gente y negocios hasta que un letrero afuera de un edificio que parecía histórico nos detuvo porque decía que la entrada era gratuita, no sabíamos a qué pero decidimos entrar. Resultó ser un museo sobre los derviches, una rama del Islam con sus propios rituales y vestimentas que han logrado mantenerse debido a que realizan una ceremonia muy peculiar en la que giran y giran sin parar sobre su propio eje. Esta ceremonia ahora es patrimonio de la humanidad y un atractivo turístico de Turquía. También ahí mismo vimos un cementerio musulmán muy bonito.

Vamos a preguntar por el show de danza, a ver si lo podemos ver. Ese mismo día por la noche tenían una ceremonia abierta al público y gratuita. ¡Excelente! Al rato venimos. Seguimos nuestro camino hasta el Puente del Bósforo. Del otro lado del puente, en visitamos el Mercado de las Especias donde sí habían muchas especias pero también infusiones, dulces turcos, aceitunas entre muchas otras cosas. 

Después visitamos el complejo de la Mezquita de Suleimán construida en el siglo XVI donde vimos la tumba del sultán Suleimán el Magnífico, considerado el sultán más poderoso del imperio otomano así como tumbas de otros sultanes tanto hombres como mujeres. La mezquita de la misma típica arquitectura bizantina siguiendo el mismo modelo que tan bien funciona para un recinto donde la idea es estar tranquilo en silencio y hacer oración. Las mezquitas como ésta nos invitaban a sentarnos en su alfombra y relajarnos admirando sus cúpulas con armoniosas decoraciones. Casi que daban ganas de tomarnos un té ahí adentro de lo agradable que estaba el lugar.

Regresamos en la noche a ver la Ceremonia Sufi de los Derviches y fue algo muy interesante. Al principio tengo que decir que bastante aburrida, casi se me cerraban los ojitos porque sólo estaban los danzantes parados escuchando la música que era repetitiva y monótona, pero eso es porque ellos necesitan de ese tiempo para empezar su meditación y poder entrar en un estado como de trance para lo que venía. Uno de los derviches se posicionó en medio de todos y los demás  su alrededor dando vueltas y vueltas sin parar representando el movimiento de los planetas además de la conexión con Alá por medio de la posición de las manos. Era muy bonito e hipnotizante verlos girando todo el tiempo ¿Y no se marean? Pues no, es toda una técnica que desarrollan para poder estar girando a veces hasta por horas.

Al siguiente día nos fuimos a visitar una cisterna subterránea del año 532, época bizantina, porque aunque Estambul está rodeada de agua es toda salada entonces tenían que encausar el agua, llevarla por acueductos hasta su almacenamiento en las 60 cisternas que tenía la ciudad, siendo ésta que fuimos a ver llamada Cisterna Basílica la más grande. Hicimos la fila para comprar los boletos, entramos y nos encontramos con unas escaleras bajando a un espacio subterráneo gigantesco lleno de columnas y arcos, tal cual como una basílica. ¡Qué impresionante! ¡Y está muy padre el juego de colores! Recorrimos junto con la horda de gente toda la cisterna por los pasillos de metal construidos especialmente para los turistas mientras las luces iban cambiando haciendo juegos de luces y sombras para las fotos.

Saliendo de ahí entramos a la Mezquita Aya Sofía o de la sabiduría, la madre de la arquitectura de las mezquitas turcas. Lo que uno puede ver en fotos o en video se queda corto con lo que vimos al entrar. Nos impresionó la sensación de espacio que da, casi como si las paredes y el techo estuvieran tan lejos que fuera imposible alcanzarlas. Ésta fue primero una iglesia cristiana bizantina que cuando Constantinopla, ahora Estambul, cayó bajo el dominio otomano la convirtieron en mezquita pero además al sultán Mahmed II le gustó tanto su arquitectura que mandó a que todas las mezquitas del territorio se hicieran bajo ese mismo diseño. No me sorprende para nada, la simetría, la cúpula como protagonista y el espacio abierto son fascinantes. En el Islam no se veneran a las imágenes y por lo tanto quitaron todas las imágenes cristianas excepto una de la Virgen María que sólo taparon con unas telas. Muy curioso, nadie sabe por qué esa no la quitaron. Cuando salimos ya eran casi las 6 de la tarde y no habíamos comido así que aprovechamos para comer-cenar pero cerca de nuestro hospedaje porque en las zonas turísticas estaba todo al triple de precio, un verdadero abuso a los turistas.

Al día siguiente fuimos a conocer el Gran Bazar, el mercado techado más grande del mundo con 58 calles y miles miles y miles de puestos con todo tipo de mercancía pero gran parte de ellas para el turismo. Lejos de lo que pensábamos estaba muy ordenado y limpio, con puestos muy bonitos, casi como de tienda departamental. De hecho todo lo que habíamos visto de Estambul estaba muy limpio y civilizado, por alguna razón teníamos la idea de que iba a ser un poco más caótico.

Atravesamos el Gran Bazar, entramos a una mezquita porque ya nos había gustado eso de estarnos metiendo en todas las mezquitas que nos encontrábamos. Ponte el hiyab en la cabeza, quítate los zapatos, entra a la mezquita siéntate en la alfombra y tómate tu tiempo para admirar su cúpula, las inscripciones en árabe y la decoración en general. Hermoso.

Saliendo de la mezquita fuimos a al Palacio de Topkapi que fue desde donde gobernó el imperio otomano desde 1453 y durante 400 años. Desde que llegamos vimos los imponentes muros que protegían el palacio y que ahora daban la bienvenida a los turistas de todo el mundo. Entramos un poco confundidos por la ruta que teníamos que seguir porque no había un camino claro y el palacio era muy grande, todo un complejo de varias construcciones. Empezamos por recorrer los espacios de servicios, las enormes cocinas, la panadería con sus objetos de uso cotidiano y que ahora son rarezas que sólo se ven en museos.

Seguimos el recorrido por las espectaculares salas de consejo con decoraciones otomanas lindísimas siempre simétricas y muy coloridas sin que faltara nunca el dorado para demostrar lo lujoso del lugar.

Conocimos la habitación del trono donde los sultanes recibían a sus invitados y quienes solicitaran audiencia, no cualquiera por supuesto. También conocimos el espacio destinado al harem, muy interesante para nosotros porque aprendimos que el harem era toda la familia del sultán que constaba de su mamá como cabeza y administradora, sus esposas, concubinas, hijas, todo familiar femenino, guardias y sirvientes, y que todos tenían roles muy específicos dentro del harem. Esto es muy interesante, creo que teníamos ideas totalmente erradas sobre el harem. Era toda una organización.

Como siempre nos tardamos horas recorriendo cada habitación del palacio, observando, analizando, comentando, cuestionando y todo eso que hace que Alfred y yo siempre tardemos el doble de lo que todos dicen que la visita debería de tardar. Acabamos de recorrer lo que nos faltaba un poco a la prisas pero eso sí, sin dejar de disfrutar cada espacio que veíamos, patios con fuentes, azulejos increíbles por todos lados, habitaciones muy confortables con vista al mar perfectas para leer un libro y tomar un té.

En nuestro último día por Estambul fuimos al Palacio Dolmabahce que un sultán decidió construir a mediados del siglo XIX porque consideró que el Topkapi que se había construido 400 años antes ya estaba fuera de moda y quería un palacio estilo europeo que pudiera competir en belleza y grandiosidad con los más bellos de Europa. ¿Será? Después de que hemos visto tantos palacios y tan espectaculares lo dudo mucho.

Nos enteramos de que este palacio le costó al imperio otomano una fortuna tal que endeudó a todo el imperio y empezó su declive. Una vez más un gobernante caprichoso cambia la historia de todo un imperio. Entramos al palacio y el jardín con su supuesta monumental fuente estaban en restauración así que la primera impresión no fue nada impresionante. Seguimos caminando y nos encontramos con un cuervo toreando a un gatito. Sí, un cuervo que claramente estaba jugando con un gato, se le acercaba brincando de ladito esperando el ataque del gato para huir volando y luego regresar a volver a provocar al gato. Nunca habíamos visto un pájaro jugando con un gato. Estaba increíble. Sólo por eso ya había valido la pena el pago de la entrada al palacio.

Llegamos al primer edificio del palacio, por fuera algo muy común, como cualquier edificio de gobierno. Afortunadamente no permitían tomar fotos adentro así que nos dedicamos a disfrutar la visita y las fotos que puse aquí del palacio las sacamos de internet. Todo Europeo, qué lástima. Tan bonito que es lo otomano. Nosotros tan acostumbrados a lo Europeo nos llamaba más la atención lo nuevo, lo diferente y al principio aunque muy bonito lo veíamos todo demasiado Europeo. Rápidamente la primera impresión nos dio una cachetada para que reconsideráramos y entonces empezamos a ver los detalles. Sí, era muy europeo pero también muy otomano. Nos encontramos con escaleras espectaculares con barrotes de cristal empezando como dos escaleras encontradas y acabando en cuatro. Salones gigantes con entrada de un lado desde el mar para poder llegar por agua y con otra entrada por tierra, candelabros de cristal bellísimos algunos ingleses, otros típicos de Murano, otros de bacará. Telas turcas hermosísimas. Muebles de madera con incrustaciones de madre perla. 

Y cuando creíamos que ya lo habíamos visto todo llegamos al salón de las recepciones oficiales ¿¡Qué es esto!? Ahora sí se pasaron. Con razón endeudaron todo el imperio otomano. Se nos caía la baba viendo ese salón con su cúpula enorme magistralmente decorada, un montón de columnas neoclásicas a la orillas para adornar el salón, al centro como protagonista un señor candelabro hermoso de cristal, una entrada monumental desde el mar. Una cosa maravillosa que hay que ver para creer. No sé cuánto tiempo estuvimos admirando ese salón, pero nos podríamos haber quedado horas. Un ligar fascinante.

Saliendo del salón pensábamos que ya nos quedaba poco del palacio pero no, nos faltaba todo el harem. Nuevamente habitaciones tras habitaciones hermosamente decoradas en ese estilo único que lograron crear en la conjunción de lo europeo con lo otomano. Nos encantó. Llegamos pensando que sería un palacio más y salimos pensando que quizás era el palacio más impresionante que habíamos visto. El tiempo se nos fue tan rápido que para cuando quisimos entrar a la última parte que era el museo de pintura ya lo habían cerrado. Bueno, ahora que vayamos a Ankara vamos a ir a otro museo de pintura, para no quedarnos con las ganas.

La opinión de Alfred sobre Estambul:

Lo mejor: ¡Uy! ¡No sé! ¡Demasiado! Pues diría que las mezquitas y la cisterna y los palacios. ¡Todo!

Lo peor: Teníamos una mezquita casi al lado del Airbnb y todos los días a las 6 de la mañana empezaba el llamado al rezo, yo me acostumbré, lo dejé de escuchar y ni me despertaba. Lulú dice que ella sí lo oía siempre y que era su llamado al baño.

Lo más chistoso: Los gatos están por todos lados porque en la cultura musulmana se consideran casi sagrados porque al profeta Mahoma lo iba a morder una serpiente y un gato lo salvó, así se convirtieron en los animales favoritos de los musulmanes. Pero especialmente en Estambul están obsesionados con ellos, la gente cuida mucho a los gatos callejeros, los bañan, les ponen guaridas en las banquetas y parques, traen entre sus cosas croquetas para alimentar a los que se encuentren y hasta el ayuntamiento tiene una partida presupuestaria para el cuidado de los gatos callejeros.

















Comentarios

  1. Excelente post. Ya hasta me dieron ganar de ir a Turquia.

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    1. ¡Sí! Es muy lindo, vale mucho la pena. Si necesitas alguna recomendación nos dices :)

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