Nápoles, Italia: auténtica ciudad, comida y cultura italiana

19 de septiembre de 2022. ¡Buenos días! ¡Hoy nos vamos a Italia, nuestro último país de Europa! ¡Qué emoción! Desde Lisboa tomamos un autobús, el metro, un avión, otro autobús, parada para comer, otro autobús y llegamos a Nápoles. Nos dimos cuenta de que ya estábamos en Italia porque la primera cafetería cualquiera de una terminal de autobuses donde nos paramos tenía una carta como de 30 diferentes tipos de café, eso sólo pasa en Italia.

Elvia una amiga mexicana y su esposo Antonio que es italiano fueron por nosotros y nos recibieron en su casa con una espectacular cena italiana que nos hizo sentir más que bienvenidos.

Al día siguiente empezamos a conocer Nápoles, la ciudad del flan napolitano y del helado napolitano ¿o no? ¿No hay nada en Nápoles que se apellide napolitano? ¿Entonces a qué vinimos? Eso es lo que íbamos a descubrir. Empezamos a recorrer la ciudad desde el centro, en donde hay más vida, más ruido y más caos, donde las pequeñas calles se comparten por igual entre peatones, motos y coches, donde la ropa se seca colgada en los balcones y donde los comerciantes gritan casi cantando los productos que ofrecen. ¡Qué bonito es esto del caos latino! Así es como siempre me he imaginado Italia. 

Entramos a la Catedral que por fuera se veía como una iglesia cualquiera perdida dentro de Nápoles pero al entrar nos encontramos con una cosa fascinante, ahora sí después de todas estas semanas de viaje por Europa y de ver ruinas romanas, arquitectura romana y tantas referencias a la Roma de la antigüedad finalmente habíamos llegado a donde empezó todo, a la antigua cultura romana. Nápoles fue alguna vez la capital de todo el sur de Italia y la sede del papa, así que durante muchos años se esforzaron en hacerla no sólo hermosa sino grandiosa y una muestra de ello era la magnífica Catedral y sus capillas llenas de obras de arte en cúpulas, paredes y techos.

Saliendo de la Catedral seguimos recorriendo las calles dejando atrás el centro histórico y empezando con la zona de grandes castillos y palacios. Nos encontramos con una gran fortaleza de tres enormes torres al frente llamada Castillo Nuevo y no, no era nuevo sino muy viejo, pero los que ponen esos nombres no piensan en el futuro. 

El Casillo Nuevo fue la residencia de los reyes de toda la zona sur de Italia durante 500 años hasta que construyeron el Palacio Real que fue nuestra siguiente parada y visita, y ¡qué visita! Nos encantó conocer el palacio, recorrerlo habitación por habitación apreciando los techos con las decoraciones más bonitas que habíamos visto, y aprendimos también mucho de su historia. Algunas de las decoraciones como en mucho de Europa se perdieron en bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial. Una verdadera lástima las pérdidas humanas y materiales de esa horrorosa guerra.

Saliendo del palacio real visitamos la Basílica de San Francisco de Paula que no pasa nada desapercibida, construida en el siglo XIX al más puro estilo romano. El edificio con acabados de mármol blanco enmarcando una gran plaza. Por dentro una gran cúpula y esculturas de personajes importantes de Nápoles Es igualita al Panteón de Roma me dijo Alfred que ya conocía Roma. Y si no fuera porque leímos que era del siglo XIX hubiera podido jurar que era súper antigua.

Regresamos a cenar con Elvia y Antonio, y nos recibieron con tacos dorados mexicanos y frijolitos negros refritos ¡Qué delicia! ¡Hace tanto que no comíamos comida mexicana que nos sabe a gloria! Elvia consigue la harina de maíz blanco y hace las tortillas en casa así que quedan deliciosas. Así nos estuvo consintiendo cada día.

Al día siguiente fuimos a conocer Pompeya, la famosa ciudad romana que fue destruida por el volcán Vesubio. Muchas cosas habíamos oído de Pompeya pero hasta llegar ahí entendimos realmente la importancia de esa zona arqueológica. Primero que nada es enorme,  es toda una ciudad. Mucho más grande de lo que imaginaba. Aprendimos que en la zona, antes de la erupción del Vesubio en el siglo I dC ya llevaban años registrando terremotos importantes, uno muy destructivo tan solo 16 años antes que la catastrófica erupción del volcán con la que la ciudad quedó enterrada entre cenizas y flujo piroclástico en menos de un día. Mucha gente alcanzó a huir pero decenas de personas perecieron tratando de ocultarse dentro de la misma ciudad quedando sepultados. Sin embargo, gracias a esa catástrofe la historia de la ciudad quedó detenida en el tiempo con toda clase de información valiosísima para la arqueología. Así se ha conocido incluso la alimentación de la gente y que todos, hasta los esclavos, tenían la misma alimentación.

Nosotros estuvimos recorriendo Pompeya durante más de 6 horas y no se nos acabó, era como estar turisteando en una ciudad. Visitamos varios palacios en donde todavía se conservan pinturas en las paredes y mosaicos en pisos y fuentes. Pasamos por restaurantes y tiendas que servían como en Italia hasta el día de hoy. Baños romanos, habitaciones en renta y hasta un prostíbulo. Por supuesto que no faltaban los templos religiosos y los edificios de gobierno. Nos sentíamos como en una ciudad actual pero en ruinas Es muy curioso ver cómo estás personas hace 2 mil años vivían muy similar a como vivimos el día de hoy.

Al día siguiente decidimos subir hasta el volcán Vesubio para regañarlo por haber causado tales destrozos con la esperanza de que no se volviera a comportar tan mal. Llegamos en un autobús hasta el primer control de entrada y desde ahí caminamos unos minutos para llegar al cráter. La vista de todo alrededor del volcán ya era espectacular, veíamos perfectamente bien el mar, Nápoles y las demás ciudades y pueblos que rodean el volcán y sí, efectivamente Pompeya estaba muy cerca. Caminamos un poco más hasta que llegamos hasta el imponente cráter donde un guía italiano nos dio una breve explicación, más de 1 km de diámetro y 200 metros de profundidad. Es un volcán activo, hubo una erupción muy fuerte en 1944 que dejó a la orilla todo un río de lava que llegó hasta el mar y otra en 1963 no tan fuerte.


Caminamos todo alrededor del cráter imaginando la cantidad de material que estuvo arrojando cuando hizo erupción por primera vez hace casi 2 mil años. Con razón dejó sepultadas ciudades enteras, toda la tapa de la montaña salió volando.

Bajando del volcán sin incidencia ni erupción alguna fuimos a comer una típica pizza de Nápoles y después a visitar el sitio arqueológico de Herculano que tuvo el mismo destino que Pompeya pero en donde hubo menos destrucción durante la erupción. Herculano conservó mejor las construcciones y pudimos ver muy emocionados casas casi completas, incluso con los segundos pisos que Pompeya perdió por completo. Nos encontramos también con restaurantes, casas, palacios y hasta un hotel que recibía a los navegantes que llegaban al puerto. Era muy impresionante ver que donde terminaba Herculano era donde empezaba el mar hasta la erupción del volcán cuyo material cubrió todo Herculano, lo enterró 25 metros y le ganó al mar varios cientos de metros adicionales de tierra. Por supuesto que las excavaciones para descubrir la ciudad fueron todo un reto, y todavía al día de hoy se siguen haciendo excavaciones por medio de túneles debajo de la hoy moderna ciudad de Herculano.

El último día en Nápoles decidimos darnos un descansito porque ya nuestra batería marcaba nivel bajo. Dormimos mucho, comimos bien, dormimos mucho y dormimos mucho. Elvia y Antonio nos despidieron con una deliciosa cena italiana y al día siguiente nos llevaron a la estación de autobuses para viajar a Roma.

La opinión de Alfred sobre Nápoles:

Lo mejor: Pompeya porque está muy padre poder viajar en el tiempo y ver cómo eran las ciudades romanas. Muy curioso cómo los bares son prácticamente iguales a las de hoy, y en general mucho de lo que hacemos hoy viene de Roma y se puede observar ahí.

Lo peor: Los trenes de Nápoles a Pompeya son ultra lentos y viajes que deberían de tomar 15 minutos toman 30 minutos. Sobre todo lo notas si tienes muchas ganas de ir al baño.

Lo más chistoso: Los napolitanos son muy estrictos con su comida y su preparación. Si no está hecha como se las hacía su abuelita está mal y punto.












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