Seguimos caminando por las laberínticas calles venecianas algunas casi vacías otras, las rutas principales, repletas de tiendas y de turistas hasta que llegamos a la magnífica y espaciosa Plaza San Marcos, el corazón de Venecia. Una plaza lindísima donde está todo lo más famoso de Venecia: La Basílica de San Marcos, el Palacio Ducal y el Campanario. Pero la otra parte, lo no tan famoso también es muy lindo. Lleno de cafés y restaurantes con música en vivo, turistas por todos lados emocionados tomándose fotos al haber cumplido su sueño de estar en Venecia.
¡Ay no! La fachada de la Basílica está en restauración. Ya vámonos, regresaremos el próximos mes. La verdad nos quedamos con las ganas de ver la fachada completa pero lo que sí pudimos ver era muy raro, ecléctico a más no poder y eso es porque se construyó hace mil años en varias etapas con un estilo sobre todo bizantino pero que fue modificándose y sobre todo porque los mercaderes venecianos hacían regalos a la Basílica por sus afortunados negocios así que acabó teniendo todo tipo de decoraciones de todos estilos.
Seguimos nuestra caminando ahora para ver el emblemático Palacio Ducal, ese edificio lindísimo que yo describo como tapete rectangular rosa sobre encaje blanco que fue el la residencia de los Doge, los gobernantes venecianos, sede del gobierno, de justicia y prisión.
Seguimos por el puerto donde vimos góndolas, góndolas y más góndolas estacionadas esperando a los turistas a llevarlos a pasear por los canales.
Oye, estoy muy decepcionada, no he visto a un sólo gondolero cantando ¡Qué mal! En eso sí está mejor Las Vegas, ahí todos cantan. Pasamos junto al llamado puente de los suspiros donde los pobres presos veían por última vez un poco de Venecia antes de ser encerrados.
Seguimos para llegar hasta el imponente Arsenal de Venecia donde se construía todo el poderío naval cuando Venecia era una república independiente y que precisamente a través de la construcción súper rápida en serie de navíos en el siglo XV Venecia logró ser una pequeña pero importante y poderosísima nació a la que todos le tenían miedo y respeto. Es un poco raro cómo ahora es solamente un centro turístico que con trabajos se mantiene a flote física y económicamente.
Seguimos caminando literalmente hasta el final de Venecia donde hay un parque muy bonito donde aprovechamos para pasear y romancear lejos de la bola de turistas que normalmente no llega hasta allá supongo que porque uno no va a Venecia a ir a un parque, pero a nosotros nos gusta conocer todo, y un poco de verde siempre se agradece.
Al día siguiente salimos a correr en Spinea a un parque que aparentemente se veía chiquito pero que resultó ser una joya para corredores aficionados con varios senderos llenos de vegetación súper verde alrededor. Lo disfrutamos muchísimo.
Después de nuestro merecido desayuno, porque sólo se merecen los desayunos después de hacer ejercicio, fuimos de nuevo a Venecia. Esta vez para entrar a dos joyas venecianas. Empezamos por la Basílica de Santa María Gloriosa dei Frari, por fuera algo totalmente falto de decoración y emoción. Nada que llamara a entrar, pero de todos modos entramos y nos encontramos con algo totalmente opuesto. De verdad que no puedo creer que todo esto esté construido casi sobre el agua, es una locura. Por dentro una iglesia majestuosa con obras de arte por todos lados como la pintura La Asunción de Tiziano como protagonista en el altar y una escultura de San Juan Bautista de Donatello, además de unos mausoleos verdaderamente impresionantes. Todo un museo del Renacimiento que nos encantó ver.
Seguimos callejoneando por Venecia encontrándonos rincones lindísimos de construcciones de ladrillo, viviendas, escuelas, tiendas y todo eso que nos hizo recordar que Venecia sigue siendo una ciudad viva, cada vez con menos habitantes pero que todavía es el hogar de 60 mil personas.
Llegamos de nuevo a la Plaza San Marcos para entrar a la Basílica San Marcos que lleva este nombre porque dentro reposan los restos de San Marcos. Se cuenta que los venecianos se robaron de Alejandría esos restos en el siglo IX para tener reliquias de alguien importante en su nueva Basílica. Entramos y nos sabíamos para dónde voltear, si para el piso de miles de piezas de mármol o para el techo o paredes con millones de piezas de brillantes azulejos dorados mezclados con otros colores representando imágenes de personajes bíblicos e históricos. Esto sí que no lo habíamos visto antes ¡qué cantidad de azulejos! ¡cómo hicieron esto! ¡qué trabajo tan impresionante!
Entramos también a la parte del altar donde vimos el lugar de reposo de los restos de San Marcos y en la parte posterior la llamada Pala de Oro que nos impresionó muchísimo al verla, una obra de arte bizantina hecha de oro y plata de 3 metros de largo por 2 metros de alto con representaciones de santos de esmalte y casi 2 mil piedras preciosas por todos lados. ¡Con razón te cobran para ver esto!
Lo mejor: Perderse en la ciudad lo cual la hace muy carismática. Salirte de la ruta turística y tenerte que regresar porque ya te encontraste con agua.
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