Nom Pen, Camboya: la ciudad que renació de las cenizas

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17 de febrero de 2023. Desde Siem Reap nos fuimos a Nom Pen en una de esas camionetas turísticas pero acondicionada con asientos de lujo para transporte de pasajeros VIP como nosotros. Nos pareció muy curioso que la mejor opción para moverse entre esas dos ciudades fuera en camioneta y no en autobús porque el autobús se usa más como transporte público subiendo y bajando gente. Después de 2 paradas breves y 6 horas de camino llegamos a Nom Pen, la ciudad capital de Camboya desde 1431 cuando cayó Angkor a manos de Siam, hoy Tailandia.

Llegamos a una ciudad bastante moderna a un hotel hecho para largas estancias con cocineta, gimnasio y una alberca espectacular en la terraza que prácticamente cubría todo el techo del edificio desde donde podíamos ver una ciudad en desarrollo y aparentemente muy próspera. No puedo creer que hace 40 años esta ciudad estaba sumida en la desgracia y hoy se ve tan moderna y tranquila.

Camboya es uno de los países en el mundo con más facilidades para que los extranjeros se vayan a vivir ahí por tiempo casi indefinido así que hay muchos hoteles de ese tipo para los extranjeros que buscan de calor, vegetación y precios bien bajos para vivir. ¿Y nosotros? Por el momento no, sólo íbamos por un ratito de turistas curiosos. Ese día salimos a cenar a un restaurante que gratamente nos recibió con una carta que decía "primer restaurante de Camboya 99% libre de plástico".
¡Wow! ¡Qué bueno! Por fin, un restaurante en esta región que se preocupa por el medio ambiente. Desde Tailandia estábamos horrorizados con la cantidad de plástico que estos países consumen incluso en restaurantes bien establecidos donde dan vasos o cubiertos desechables, así que al encontrar un lugar así fuimos muy felices además de que la comida estaba deliciosa. Acabamos yendo a ese lugar 2 o 3 veces más.

Al día siguiente nos pusimos a pasear por todo el centro de Nom Pen, pasamos por el monumento a la independencia ya que  Camboya estuvo durante casi 100 años voluntariamente a fuerzas bajo la protección de Francia. ¿Protección de qué? Quién sabe. La realidad es que Camboya era una colonia bastante pobre de la que Francia recaudaba unos buenos impuestos hasta que llegaron los japoneses a invadir en el marco de la Segunda Guerra Mundial y todo se empezó a complicar acabando con un gobierno genocida en 1970. De ese tema íbamos a aprender mucho en los siguientes días.

Seguimos caminando por una plaza peatonal muy bonita con un montón de mojes budistas muy jóvenes por todos lados. Llegamos hasta al perímetro del Palacio Real que sólo vimos por fuera porque estaba un poco cara la entrada y gran parte estaba en trabajos de restauración, pero lo que vimos desde la plaza estaba muy lindo. 

Entramos a un templo budista muy bonito y seguramente con el gong más grande que hemos visto. Impresionante, eran como tres Alfredos de altura.

Al día siguiente fuimos a visitar un par de museos sobre el episodio histórico más oscuro de Camboya: la dictadura genocida de los Jemeres Rojos entre 1975 y 1979. Aprendimos que los dirigentes de este grupo estudiaron en Francia tomando las ideas revolucionarias francesas mezclándolas con las teorías comunistas maoteístas y que al regresar a Camboya, un país que estaba siendo gobernado por un títere de Estados Unidos y siendo bombardeado con el pretexto de la guerra contra Vietnam, se radicalizaron y tomaron el poder con el fin de formar un país utópico 100% comunista tanto en política como en economía que acabó siendo un completo y terrible desastre.

Para empaparnos un poco más del tema vimos dos películas muy buenas llamadas The Killing Fields de 1984 y la otra First They Killed My Father de 2017 dirigida por Angelina Jolie cuyo hijo mayor es un camboyano que adoptó de un orfanato hace 20 años y que también participó en la producción de esa película. Las dos las recomendamos mucho.

Visitamos primero el memorial Choeung Ek construido en los terrenos de lo que era un campo de exterminio de los Jemeres Rojos, uno de los cientos de sitios de este tipo que el gobierno con Pol Pot como cabeza instaló por todo el país con el objetivo de asesinar a cuantas personas consideraran necesarias para cumplir con su misión, incluyendo a la mitad de la gente de su propio partido.

La audioguía nos fue narrando los horrores de aquel lugar que nos hacían empalidecer y sólo podíamos contener las lágrimas con mucha dificultad. Ese mismo lugar ahora lo veíamos tan tranquilo, pacífico e incluso bonito, lleno de vegetación y de vida.

Nos causó una impresión terrible saber que incluso bebés eran asesinados por el hecho de acabar con toda una clase social, la de los intelectuales y profesionistas que ya no cabían en el modelo del nuevo país que iba a pertenecer única y exclusivamente a la clase trabajadora. Durante los terribles 4 años de esa dictadura terminaron con la vida de 3 millones de personas y de una cuarta parte de la población del país. Me horroriza saber de lo que somos capaces, no sólo los líderes sino también los seguidores. Si yo llegara a estar en una situación extrema como esa ¿de qué grupo sería? ¿de los valientes que se oponen a las injusticias y acaban muertos pronto o de los que hacen y soportan todo para sobrevivir? La verdad es que no lo sé y espero nunca saberlo.

Por la tarde visitamos lo que fue primero una escuela y después una prisión y centro de tortura a donde iban a dar prisioneros para obtener confesiones sobre lo que fuera que justificara su muerte, incluso supuestos vínculos absurdos con agencias de espionaje de Estados Unidos. Muchos de los torturadores eran a penas unos adolescentes reclutados y adiestrados desde niños para desvincular sus acciones de sus emociones.

Solamente por esa prisión pasaron alrededor de 20 mil personas de todas edades para morir algunas semanas o hasta meses después en los campos de exterminio. De muchas de esas personas se encontró el registro fotográfico que ahora está exhibido en el museo del entonces infierno.

Después de que gracias al ejército de Vietnam cayera esa pesadilla de gobierno de los Jemeres Rojos el país quedó hecho una ruina y todavía en muchos conflictos en parte porque la ONU estuvo reconociendo a Pol Pot, el loco asesino, y sus Jemeres Rojos como el legítimo gobernante de Camboya sólo porque eso les caía bien a su bolsillo y a su orgullo, por supuesto que no podían aceptar que Vietnam hubiera puesto orden al desastre que ellos habían dejado. ¡Qué vergüenza! No fue sino hasta después de 1997 que murió Pol Pot cuando por falta de líder desaparecieron los Jemeres Rojos y Camboya empezó a tener estabilidad.

Salimos de la visita por la prisión desgastados y con el corazón chiquito pero a la vez esperanzados de ver el país en el que Camboya se había convertido después de tan terrible episodio. Hace unas décadas uno ni se hubiera planteado la visita a esta ciudad, y ahora que fue parte de esta aventura por el mundo, nos encontramos con gente muy cálida y muy risueña por todos lados. 

El último día en Nom Pen y Camboya aprovechamos las instalaciones y comodidades del hotel que no tenemos muy seguido. Fuimos al gimnasio, nos metimos a la alberca en la terraza y nos relajamos sabiendo que estábamos ahora en una ciudad segura sin ningún tipo de amenaza a la integridad de su población.

La opinión de Alfred sobre Nom Pen:

Lo mejor: Yo creo que la comida, se come de manera extraordinaria, bastante barato en comparación con la calidad de la comida y los tipos de lugares a los que uno puede ir. Sobre todo que no tenia yo ninguna idea de la comida camboyana y descubrimos que es fantástica. Esa fue una agradable e inesperada sorpresa.

Lo peor: No hay banquetas, no las usan, nadie camina, hay muchos coches de lujo por todos lados, al menos en la zona por la que estábamos pero ninguna banqueta decente y para nosotros que caminamos y caminamos sí fue un tema.

Lo más chistoso: Primero fue muy curioso que por los 500 pesos que pagamos diarios nos quedamos en un hotel de súper lujo con alberca en el techo, gimnasio y demás, pero al parecer 500 es bastante caro en Nom Pen y te consigue lugares extraordinariamente lujosos. Un día nos encontramos en el elevador un gringo borrachín que nos preguntó que de dónde éramos, le dijimos que de México y nos contestó en ingles "yo también" y con el español más básico nos dijo "hablo un poco español" y nada más Lulú y yo nos volteamos a ver y nos empezamos a reír.







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