Kioto, Japón: la joya cultural e histórica de Japón

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20 de abril de 2023. Salimos 7:30 de la mañana de nuestro hotel en Tokio, fuimos a la estación, comimos un típico y delicioso ramen de desayuno y estuvimos listos para el autobús de las 9 de la mañana rumbo a Kioto. En Tokio aprendimos que la gente no come en las calles ni en el transporte público ni en ningún lugar que no esté hecho para comer así que no nos atrevimos a comprar algo para ir comiendo. No vaya a ser que nos pongamos a comer y todos nos volteen a ver feo. Pero después vimos que sí comían en este tipo de autobús así que ya con ese permiso en las siguientes paradas compramos algo japonés que comer.


En el camino tuvimos la fortuna de poder ver claramente y con mucha emoción el imponente Monte Fuji, el volcán más famoso de Japón con esa típica forma perfectamente cónica y su nieve en la punta que no podía falta. ¡Qué magnífico y qué bonito se ve!

Después de 8 horas de camino llegamos a Kioto, la antigua capital de Japón desde el año 794 hasta 1868 cuando se movió su capital a Tokio. Afortunadamente gran parte de Kioto sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y gracias a esto mucho se ha conservado hasta el día de hoy. Nuestro hospedaje aunque un poco lejos del centro para que nos fuera rentable estaba hermoso, era un ryokan, o sea un hospedaje típico japonés de madera con piso de tatami. Por supuesto esto implicaba dormir en colchoneta en el piso y comer sentados en el piso, cosas que a mí me encantan y a Alfred pues digamos que se adapta.

Al día siguiente fuimos primero a conocer el famosísimo santuario sintoísta Fushimi Inari con sus miles y miles de puertas japonesas o toriis rojas que salen en tantas fotos de Japón y que en vivo se ven increíbles. El santuario tiene desde el siglo VIII y ha ido acumulando tantas puertas porque las donan las empresas para buena fortuna y riqueza del negocio. Íbamos encantados paseando por los caminos del santuario entre toriis y viendo los pequeños altares y rocas que según el sintoísmo albergan espíritus de la naturaleza. ¿Estamos pensando subir hasta la cima de la montaña? No sé si nos dé tiempo. Decidimos dar media vuelta y emprender en regreso para que nos diera tiempo de hacer todo lo demás que tenemos planeado para el día.

Después visitamos el templo Kiyomizu donde, aunque era un templo budista donde en teoría según nosotros no se adora a ningún dios ni siquiera a Buda porque no lo consideran una deidad, nos encontramos con la representación de un dios derivado del hinduismo que haciendo memoria sí habíamos visto en algunos templos en India. Así nos hemos dado cuenta de que India y su influencia llegó a muchísimos rincones del mundo que ni habíamos imaginado.

Recorrimos el templo que fue construido también en el siglo VIII en una impresionante plataforma de madera en la que no se usó ni un solo clavo sino que toda la plataforma está armada.

Después fuimos al precioso Barrio Gion, el más famoso de Kioto porque era un barrio de geishas y muchas de sus callecitas se mantienen con las construcciones tradicionales. Por supuesto que estaba repleto de turistas paseando y comprando diferentes productos de las tiendas que ahora están por todos lados. 

¡Mira la tienda de Studio Ghibli! ¡Hay que entrar! Vimos un montón de cosas súper bonitas que me moría por comprar, lo bueno es que nada nos cabe en las mochilas que traemos.

Seguimos paseando por las callecitas de Gion y pasamos por la pagoda Yasaka construida originalmente en el siglo VII pero por ser de madera como muchos de las típicas construcciones de Japón sufrió muchos incendios y reconstrucciones hasta el siglo XV, y desde ese entonces existe la pagoda actual que sí, la verdad se ve muy vieja y es realmente impresionante que siga en pie. Ahí muchísimos turistas se estaban tomando la foto al atardecer incluido un señor con una deslumbrante chamarra amarilla que nada más no se quitaba y salía en las fotos de todos. Nosotros logramos que sólo saliera su brazo detrás de mí.

Después de ahí, ya anocheciendo fuimos al Santuario Yasaka que se veía hermoso con un montón de lamparitas de papel donadas por empresas que alumbraban las diferentes partes del templo.

Al día siguiente fuimos a caminar por un lindísimo jardín botánico que estaba bien cerquita del ryokan. Paseamos tranquilamente por el jardín viendo a los muchos japoneses de la tercera edad tomando y tomando fotos de flores y plantas con cámaras profesionales. Nos encantaron unas flores gigantescas llamadas peonias y unos bonsais increíbles que eran toda una obra de arte.

De ahí nos fuimos caminando por las calles de Kioto hacia un templo y por suerte pasamos por otro templo donde había un concierto de arpa que nos detuvimos a escuchar un rato.

Seguimos nuestro camino hasta llegar al Templo Kitano Tenmangu dedicado al dios de la Educación ¿Dios de la Eduación? ¡Ah qué curioso está eso! Vimos a muchos estudiantes incluso yendo en grupos grandes a pedir sus deseos que supusimos eran sobre todo obtener buenas calificaciones. 

En ese templo vimos que había un acceso a un jardín que se veía lindísimo en fotos. Entramos y sí, era un peculiar jardín que hicieron a las dos orillas de un río donde construyeron un típico puente japonés rojo así que era perfecto para las fotos tradicionales. Recorrimos tranquilamente el jardín y seguimos nuestro tour del día.

Saliendo del templo nos encontramos con el barrio Kamishichiken, el primer barrio de geishas de Kioto donde quedan sólo 25 de ellas y que por lo mismo no es tan fácil encontrarse a alguna. Nos pudimos a caminar por esas calles que casi no tenían nada de gente ya que al parecer no es nada común que turistas lo visiten. De pronto y por suerte vimos a una geisha caminando por la calle, pasó a un lado mío, la saludé con la cabeza y me regresó el saludo. ¡Qué emoción! ¡Vimos a una geisha de verdad y me saludó! Nos quedamos muy emocionados pero no le tomamos foto a la geisha porque se considera una falta de respeto.

Después fuimos a un santuario de monos donde los monos están totalmente en libertad pero van al santuario para que los humanos desde el interior de una habitación enrejada les den de comer y convivan un poco con ellos. ¡Qué genial! Así debe de ser, los humanos encerrados y los changuitos en libertad. Compramos la comida especial para los monos que era fruta o cacahuates y súper lindos llegaban al otro lado de la reja para tomar su comida con sus manos.

Y por último ese día visitamos un bosque de bambús increíble con bambús realmente grandes y totalmente protegidos, por eso en verdad no podíamos caminar entre ellos sino por calles construidas especialmente para que los turistas pasen por ahí sin dañar esas maravillas de la naturaleza.

Al siguiente día fuimos a visitar el Palacio Imperial de Kioto que ya no alberga al emperador desde que se cambió la capital a Tokio pero que se preserva como museo. Hicimos un recorrido con audioguía para entender los diferentes espacios del enorme palacio. Para nosotros fue muy impresionante ver la elegancia y al mismo tiempo la sobriedad de esas construcciones. Muy bonito, me encanta la sencillez de su diseño y decoración. El palacio actual ha sido reconstruido muchas veces porque está hecho de materiales como madera que son muy flamables. 

Paseamos por los preciosos jardines japoneses del palacio de un diseño orgánico e imperfecto que al final lo hacen perfecto para disfrutarlo tranquilamente.

Saliendo de ahí tomamos el autobús para ir al sur de la ciudad hasta una fábrica y museo de sake, no nos podíamos ir de Japón sin visitar una fábrica de sake. Bajamos del autobús en una zona bien bonita con un pequeño río donde se pueden hacer paseos turísticos pero a nosotros el sake nos llamaba y acudimos a él.

Hicimos el recorrido en el museo que nos encantó. La sakería en donde estábamos haciendo el recorrido fue fundada en 1675 cuando muy cerca se instaló el palacio del shogún, la zona se llenó de fábricas de sake que le vendían a la corte, poco a poco muchas de esas fábricas fueron desapareciendo por diversas crisis como escasez de arroz, pérdida de la producción, etc. En el siglo XIX hubo una guerra civil que destruyó gran parte de las fábricas de sake menos dos, una de esas fue Gaikkaken, la que estábamos visitando. Vimos en el museo que fue la primera fábrica de sake en lograr un sake sin conservadores y que hasta el día de hoy por sus sakes de tan alta calidad son proveedores en grandes eventos del emperador.

Aprendimos del proceso para hacer sake y que a los empleados los capacitan primero elaborando el sake por el método tradicional para después trabajar en la fábrica moderna, eso es para que tengan la sensibilidad de todo el proceso. El recorrido nos llevó como dos horas y al final pudimos probar diferentes tipos de sake, en total probamos 7 diferentes sakes y sí eran muy diferentes entre sí aunque todos estaban hechos totalmente de arroz pero algunos con sabores muy peculiares como de plátano o ciruela.

Saliendo de ahí comimos y caminamos por unas callecitas típicas y muy lindas de Kioto hasta que llegamos a un parque con unas escaleras infinitas que subimos hasta ver el mausoleo del emperador Meiji. Este mausoleo está hecho a la forma en que los indígenas de Japón enterraban a sus personas importantes.

Seguimos caminando por el parque que más bien era todo un bosque lindísimo con verdes de todas las tonalidades. Llegamos hasta una réplica de un castillo el siglo XVI. ¡Wow! Si no me dijeran no pensaría que es una réplica. Está impresionante. Se ve súper real. Hicieron esta réplica hace unos años para un parque de diversiones, el parque cerró y desmanteló todo pero se dejó el castillo por petición de los lugareños.

El último día en Kioto salimos a correr por la preciosa orilla del río donde muchas otras personas estaba corriendo, paseando a su perro, caminando, andando en bici. Fue uno de los lugares más bonitos donde hemos corrido. Regresamos al ryokan, desayunamos y preparamos nuestras maletas para viajar a Osaka, nuestro siguiente y último destino en Japón.

Antes de despedirnos de Kioto decidimos darnos un tiempo para dejar nuestras maletas en un locker que rentamos en la estación de tren y visitar un último templo budista que estaba muy cerca de la estación, una de las construcciones hechas totalmente de madera más grandes del mundo.

La opinión de Alfred sobre Kioto.

Lo mejor: Tienen que ser sus jardines y sus templos porque son espectaculares y en los mismos se siente una tranquilidad y armonía que es mucho el cliché del minimalismo japonés. Los jardines son muy orgánicos. También el barrio de Gion que es barrio con casas y calles del Kioto de 1910, es como viajar un poquito en el tiempo.

Lo peor: Todos los parques, templos, castillos están muy alejados unos de otros y de la ciudad lo cual hace difícil y tardado llegar. Hay un pase de un día completo de buses que te ahorra mucho dinero pero sí pierdes mucho tiempo en estarte moviendo.

Lo más chistoso: Kioto es una ciudad extremadamente limpia. No hay un papel tirado en la calle, probablemente es la ciudad más limpia que hemos visto en todo el viaje y ¿por qué no? A Lulú se le ocurre pisar la única basura de la ciudad, una banderilla de madera, y clavársela en el zapato. Tuvo suerte de que aunque sí le perforó el zapato no le hizo daño pero sí fue muy chistoso que la única basura en la ciudad ella la pisó y se le clavó.
























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