Osaka y Nara, Japón: castillos, acuarios y venaditos acariciables

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24 de abril de 2023. Después de salir a correr en Kioto tomamos el tren y media hora después llegamos a Osaka, de voladísima, ni sentí que habíamos cambiado de ciudad. Otra vez estábamos en una gran ciudad aunque definitivamente no tan grande como Tokio. Al llegar al hotel nos sorprendimos mucho ¡Ay! ¡Qué lujoso! ¿Estás seguro de que es aquí? El lobby estaba espectacular y sí era ahí nada más que nuestro cuarto era bien pequeñito pero con todo lo necesario, hasta un micro refrigerador. Por suerte encontramos una mega oferta para quedarnos en ese hotel bueno, bonito, pequeñito y barato para ser Japón.

Salimos a caminar en la noche por las abarrotadas calles del centro de Osaka, parecía que toda la ciudad estaba ahí y eso que era lunes, no cabía un alma en las calles que estaban repletas de negocios especialmente de comida. Osaka es conocida como la cocina de Japón así que nos fuimos a buscar lo más emblemático para cenar y de paso tomarnos fotos en los sitios más típicos de Osaka como el curioso anuncio de los dulces Glico que está ahí desde 1935 y hoy es todo un símbolo de la ciudad que simplemente se renueva para modernizarlo.

Al día siguiente fuimos a visitar el gigantesco Acuario de Osaka y en el camino antes de llegar al acuario vimos la rueda de la fortuna más grande del mundo. El acuario fue para nosotros verdaderamente impresionante con una pecera central gigantesca y varias peceras un poco más pequeñas a su alrededor, pero todas ellas de varios pisos para que pudiéramos observar las diferentes especies de peces que habitan los mares a diferentes profundidades.

El protagonista del acuario era sin duda el tiburón ballena pero las rayas, el tiburón martillo y un sin fin de otros peces daban un espectáculo muy especial. La naturaleza es siempre una maravilla. En una parte del acuario había en el techo una especie de burbuja de agua por la que podíamos ver a focas que pasaban nadando y jugando, y una en especial cada vez que pasaba se detenía a ver a los turistas que estaban en el piso de abajo. ¡Está bien curiosa y bien linda la foquita! Daban ganas de llevarse una aunque fuera ilegal, no importa.

Después de pasar horas en el acuario entretenidos y asombrados con lo increíble del mundo pasamos a comprar un cheesecake que Alfred moría por probar. ¡Aquí es! Ay pero ahorita sólo está abierto para llevar y sólo te venden un cheesecake completo. Vi la cara de Alfred con ojos perrito triste a punto de lágrima y no me quedó de otra más que aceptar comprar el cheesecake completo. Bueno, al fin que vamos a estar varios días aquí en Osaka, creo que podemos comprarlo e irlo comiendo poco a poco. Así se le mantiene feliz al niño Alfred.

Al día siguiente nos fuimos caminando al Museo de Historia de Osaka, un museo espectacular y súper entretenido con recreaciones de tamaño natural de algunas construcciones emblemáticas de la ciudad como interiores de templos que en el siglo XVI fueron espectaculares pero que ya no existen más y de calles del Osaka de los años 50s.

También vimos unas maquetas súper detalladas de hermosos templos, casas y pueblos completos recreando escenas de la vida cotidiana de una manera magistral. Estaban increíbles, las representaciones de la gente y de las construcciones era para quedarse horas viendo cada detalle.

Saliendo de ahí fuimos a visitar el Museo del Castillo de Osaka. El castillo real del siglo XVI estaba exactamente en ese lugar pero fue destruido varias veces y en su última reconstrucción hicieron la parte exterior idéntica al castillo original.

Entramos y nos dimos cuenta de que el interior no tenía nada que ver con un castillo sino con un museo ¡Ah qué triste! Yo quería ver el castillo por dentro. Nos pusimos a recorrer los varios pisos del museo que contaban la historia del castillo desde el siglo XVI cuando lo construyó el shogún Toyotomi Hideyoshi quien unificó Japón en un solo país. En especial algo increíble era un biombo con una pintura de toda una batalla histórica tan detallada que uno podía estar horas y horas analizando con lupa cada personaje de los cientos que estaba representados ahí. Estuvimos viéndolo hasta que nos corrieron del museo.

El siguiente día nos fuimos en tren a conocer Nara, la ciudad de los venados acariciables. ¿Y estos sí serán de verdad acariciables? ¿O serán rasposos como los de Amecameca? Lo que sí es seguro es que éste es el tren que nos lleva a Nara. No podía ser más evidente, el tren estaba todo decorado de venados. Hasta las agarraderas eran mini venados.

Llegando a Nara pasamos a comprar unos famosos postres de Japón que se llaman mochis y que ahí los hacen especialmente deliciosos con una técnica de amasado extra eficiente que hacen que queden todos suavecitos y ricos, nada que ver con los que habíamos probado antes ni con los que se encuentran en ninguna otra parte. Estos mochis los llevaremos en nuestros corazones para siempre.

Nara es famosa porque hay venados cola blanca por todos lados de la ciudad y sí, luego luego empezamos a ver uno que otro venadito descansando bajo los árboles de alguna banqueta o acercándose a turistas para que les dieran de comer.  

Pasamos a ver un templo con una pagoda del siglo XV que sigue en pie desde ese entonces porque por dentro tiene un tronco que funge como columna vertebral y la hace anti sísmica. Tuvimos mucha suerte de estarla viendo descubierta porque va a ser restaurada empezando en julio de este año y tardará 10 años  su restauración así que por lo menos hasta el 2033 no se va a poder volver a ver.

Después fuimos a la oficina de turismo. Hola, queremos hacer origami. Nos sentamos junto a una familia de franceses, nos dieron el papel y el instructivo y después de una hora de estar haciendo dobleces al papel en total concentración Alfred y yo logramos hacer un venadito de origami. Cuando terminamos estábamos muy orgullosos de nuestro gran logro aunque el señor de la oficina de turismo nos dijo amablemente Los hicieron casi bien. No nos quedó duda de las diferencias culturales, nosotros echándonos todas las porras y él puntualizando nuestras ineficiencias.

Guardamos nuestros hermosísimos origamis y el mismo señor nos disfrazó de japoneses, los dos con nuestros kimonos muy ad hoc. El señor estaba muy emocionado tomándonos fotos Ahora aquí, ahora allá, muy bien.

Saliendo pasamos por un laguito bellísimo y llegamos a un templo budista que según dicen es la estructura de madera más grande del mundo. Ahí alrededor del templo ya había mucha gente y muchos venados siendo alimentados por los turistas con unas galletas especialmente hechas para ellos. Nosotros compramos también algunas de esas galletas para darles de comer.

Vamos a la cima de la montaña pero antes pasemos a comer y a tomar un matcha tradicional. El mejor matcha que he tomado, éste no era con leche y su sabor aunque fuerte como debe de ser por ser un tipo de té verde molido, era también mucho más rico con un sabor ligeramente dulce. De ahí hicimos una caminata cuesta arriba bastante sencilla pero muy linda entre un bosque muy frondoso hasta que llegamos a la cima. ¡Qué belleza de vista! Vimos un venado en la cima y se me ocurrió sacar las galletas para darle de comer. En menos de dos minutos ya estábamos rodeados de venados exigiendo todos sus galletas hasta que se nos acabaron y se fueron todos menos un venadito joven muy lindo que se quedó con nosotros y se dejaba acariciar y sí era muy suavecito. Confirmo que esos sí son venados acariciables.

Por último ese día en Nara fuimos a visitar otro templo más con muchísimas linternas de piedra donde empezó la crianza de venados por una leyenda sobre un dios que llegó a ese templo montado en un venado. Ahí se originó todo.

Regresamos a Osaka y al día siguiente pasamos por un famoso mercado de pescado que la verdad estaba muy caro y por eso ahí no comimos nada, si de por sí Japón estaba aniquilando nuestro presupuesto. Pasamos también por una tienda de figuras de animé impresionantemente bien hechas y entramos a una galería de arte japonés contemporáneo con todo el estilo de animé con unas obras muy impresionantes especialmente el precio de más de 60 mil pesos cada una. ¡Qué caras! Pero mira, se ve que sí se venden porque ahí hay varios señores analizando algunas obras que supongo están interesados en comprar.

Seguimos caminando por Osaka hasta que llegamos al primer templo budista de Japón construido en el siglo VII por un príncipe. El budismo nació en India pero a Japón llegó de China así que ya llegó mezclado con confucionismo en el que se hacen templos no sólo en honor a Buda  sino también a antepasados importantes. Este templo estaba dedicado también al príncipe. Pudimos entrar a la pagoda y al templo que normalmente están cerrados. Estaba muy impresionante. Nos encantó.

Pasamos por la torre de Osaka, un mirador emblemático de la ciudad que tiene historia desde 1912 y es uno de los sitios más queridos por los locales. Por ahí comimos en un lugar de sushi de banda totalmente automatizado que casi casi logramos hacerlo todo sin la ayuda de un humano: pedir mesa, ordenar, recibir nuestros platillos y pagar. Sólo nos auxiliaron con un platito que torpemente no sabíamos si debíamos de dejar en la mesa o si debíamos echarlo a la máquina come-platitos de sushi.

También visitamos una enorme tienda de varios pisos de dioramas, modelos a escala y maquetas increíbles. En Japón hay un montón de gente aficionada a este tipo de cosas que arman, pintan y exponen como verdaderos profesionales.

El último día en Osaka y en Japón salimos a correr en los alrededores del castillo de Osaka, no podíamos dejar de pasar esa increíble oportunidad y después visitamos un templo rarísimo, el más raro que hemos visitado con la cara de un dios león que se come a los malos espíritus, no es de extrañarse que ahora sea una atracción turística.

La opinión de Alfred sobre Osaka y Nara:

Lo mejor: Estoy entre el acuario monumental y espectacular con su pecera gigante y la variedad de comida. Es donde mejor se come en Japón, así, ya lo dije.

Lo peor: Se atasca de gente, las calles son pequeñas y la gente es mucha.

Lo más chistoso: En Nara fuimos asaltados por una banda de venados, todos querían de sus galletas especiales, hasta dos machos se empezaron a pelear por galletas. Tuvimos que dárselas todas a los venados y al final enseñarles las manos vacías para que nos dejaran de atacar.
























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